Amado Nervo nos legó esta joya:
Atiborrado de filosofía,
por culpa del afán que me devora,
yo, que ya me sabía
dos gramos del vivir, nada sé ahora.
De tanto preguntar
el camino a los sabios que pasaban,
me quedé sin llegar,
mientras tantos imbéciles llegaban…
Su título: En panne. Léase: Averiado. O escacharrado. O estropeado. O estancado. El franchute no es lo mío.
Vislumbro, aquí, dos causas del pesar del yo poético. Una: que los sabios no son tales. Y dos: que el tonto soy yo (con mi filosofía y todo) por preguntar repetidas veces y no aclararme lo suficiente o nada de nada.
¿Será que habemus sobre-información?
El imbécil resulta ser el que sabe. No cuestiona. Él (o ella) arriba al final del camino. Dos substancias entreveo ahora. Una: que aquél no es tan imbécil. Y dos: que aquél lo es (imbécil) sin saberlo. Saber significaría detenerse. ¿Y el afán? ¿Pero afán de qué? ¿De saber? ¿De conocer? ¡Tate!: de hacer. Aquel que hace (no tanto aquel que piensa) acaba conquistando su mando en plaza y lo que le echen por delante y por detrás.
Eruditos del mundo: mi enhoramala.
Indoctos e incultos del mundo: vuestro será el reino de los cielos. Mi enhorabuena.
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