Lo que más reconforta es el perdón valorado y la promesa posterior cumplida. Lo que más reconforta es la aceptación, sin miedo, de la culpa. Lo que más reconforta es besar y abrazar el entusiasmo. Lo que más reconforta es no cometer falta alguna y no recibir, por ello, ningún puntapié. Lo que más reconforta es enterrar la semilla del cariño para recoger el fruto del aprecio. Lo que más reconforta es no verse obligado a dejar ir con la finalidad de no ser esclavo de las emociones. Lo que más reconforta es percatarse de que alguien es quien se creía que era. Lo que más reconforta es saberse a salvo de la propia ignorancia. Lo que más reconforta es darse al ciento por ciento a quien solo se da al veinte o al treinta, pero ¡qué veinte!, pero ¡qué treinta! Lo que más reconforta es la paz entre los sexos. Lo que más reconforta es el encanto producido por un comportamiento inmaduro e inocente. Lo que más reconforta es la felicidad que se deriva de verlo y de oírlo todo y hacer pensar al par que no se oye ni se ve nada. Lo que más reconforta es querer sin el artificio del querer querer por el hecho de que las circunstancias sean desfavorables. Lo que más reconforta es la voluntad aplicada a la búsqueda de un compromiso. Lo que más reconforta es la perturbación que se erige contra la imperturbabilidad. Lo que más reconforta es el respeto. Lo que más reconforta es la confianza. Lo que más reconforta es subir peldaños hasta el rellano de la última planta del bloque de pisos de las relaciones humanas. Lo que más reconforta es la vida secreta de las palabras que, al cabo, se muestra con cada gesto. Lo que más reconforta es la comunicación. Lo que más reconforta es una mirada que no rehuye (pudiendo rehuir) y una palabra que se pronuncia (pudiendo no pronunciarse). Lo que, con diferencia, más reconforta es la lealtad de una amiga.
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