Pregunto: ¿cuál es el móvil de Rebelión en la Granja? La respuesta a este interrogante la formula George Orwell en una (existen dos) introducción a su obra. Siempre según Christopher Hitchens. Transcribiré el pasaje de la misma que Hitchens airea en una página (aclaratoria) de una edición de bolsillo del título mentado que el abajo firmante (o sea: un servidor) maneja. Es el que sigue…
Pero, antes, permítaseme una apostilla. El presente post carece de toda intención ideológica. Su autor no posee ideología. No. No la posee. Solo posee ideas. Unas nimias. Otras sofisticadas. Casi todas inútiles. Nada en el mundo le aburre más que la política. De raigambre anarquista individualista es. No de izquierdas. No de derechas. Tampoco de centro. ¿Es que hay que ser de algo quiéralo o no uno? ¡Bah! Fin de la apostilla.
…ahora sí. El pasaje:
“Los últimos diez años he tenido el convencimiento de que la destrucción del mito soviético era esencial para la resurrección del movimiento socialista.
A mi regreso de España me propuse denunciar el mito soviético en un relato que pudiese entender casi cualquiera y que pudiera traducirse fácilmente a otros idiomas. No obstante, los detalles concretos de dicho relato no se me ocurrieron hasta que un día (en aquel entonces yo vivía en un pueblecito) vi a un niño de unos diez años que conducía un enorme carro tirado por un caballo por un sendero estrecho, y le golpeaba con la fusta cada vez que intentaba desviarse del camino. Pensé que si los animales llegaran a ser conscientes de su fuerza, no tendríamos poder sobre ellos, y que los hombres los explotan del mismo modo que los ricos al proletariado.
Así que me apliqué a analizar la teoría de Marx desde el punto de vista de los animales”.
Orwell luchó en la guerra (in)civil española en el bando antifascista. Tuvo que salir por patas de la piel de toro debido a que fue perseguido por los afines a Stalin. Sostuvo que el régimen soviético representaba el infierno. No el paraíso. Rebelión en la granja se presta a una lectura ideológica. Quien la acometa (con exclusividad) se estará perdiendo la belleza implícita y explícita en ella. Se trata de una fábula magistralmente narrada de la que no puede uno desprenderse con facilidad. Es sabido: la belleza encandila y atrapa. De ella es de lo que más carece la política. La cual, en puridad, es fea. Un vodevil de los instintos. Un adefesio de la voluntad. Un astracán de la inteligencia.
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