Consígala el que la persiga: lema terapéutico. No hay más que aferrarse a la idea de insistir para acabar logrando lo pretendido. Parece herrumbrada (digo: la idea) por el uso. Todo lo que se propaga y envilece implementándose según los vicios del populacho se apoca y se inhibe. Se desvirtúa. ¿Y no sucede así con el arte de la canción? Los lumbreras de la academia sueca han concedido el Nobel de Literatura a Bob Dylan. Quien, a pesar de los vientos (¿de las brisas?) favorables, no ha escrito nada elevado nunca. O eso y lo que viene más abajo sostienen muchos (aquéllos a quienes yo sigo). Sus letras se propalaron y fueron masticadas y tragadas por la dentada y el tragadero respectivamente de la masa enardecida de ilusorio asombro y se operó el milagro. Desapruebo (con aquéllos) la decisión de los estultos académicos y les aconsejo que se vayan a casa y dejen vacante su puesto con miras a ser ocupado por otras criaturas versadas en juzgar con rectitud técnica y enjundia estética y hondura filosófica el arte de crear con la palabra. Si don Benito Pérez Galdós (pongamos por caso) levantara la cabeza, tomaría ácido acetilsalicílico, aguardaría un instante el ausente efecto del analgésico y regresaría frustrado e irritado a la sombra.
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