Una mujer destrozadora de barreras culturales. Bien habría podido añadírsele al sustantivo “mujer” el siguiente complemento: “por venir”. Se ganó la vida con la escritura. Lo hizo cuando ninguna de su género lograba siquiera imaginar tal empresa. Fue modélica. Porque las otras generaciones de escritoras escoltaron sus pasos. Fue dramaturga, poetisa, traductora. Porque no sabía (conjeturo) desempeñar otros trabajos. Refiero: Aphra Behn. Nació en 1640, en Londres, y falleció (también en Londres) en 1689. ¿Quién la invoca hoy? Nadie. ¿Quién refiere sus versos hoy? Nadie. ¿Quién se inspira en ella (en su obra) hoy? Nadie. Todos leemos otras insignificancias. Más exactamente: Literatura post-moderna. Cuentos y poemas banales. Una frase por acá. Un versito por allá. Y en medio: mucho juego. Palabras que se entretejen para, luego, soltarse. O caerse de la memoria. Se desvanece su rastro, dejando humo, heredando polvo...
Amigos post-modernos: ¿no os cansáis de hacer el ganso? Leed a Juan Ramón. A Federico. A Poe. A Baudelaire. A Kafka. Observaréis que su quehacer no estaba demasiado alejado del vuestro... Ellos no ganseaban. Al contrario: se acogían al ardor y rigor a la hora de cincelar (de esculpir) un texto. Uno solo de sus versos (o de sus frases) bastaría para ensombrecer toda vuestra obra. Hacedme caso. Prestadme oído: leedlos. No os arrepentiréis. Aprenderéis a escribir. ¿Y quién rehúsa esto?
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