Os hablo: Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar. Percibí vuestro rostro contradictoriamente endurecido. Contradictoriamente porque sois jóvenes. Y ya no he podido sustraerme a la extemporánea visión: no debía ser de este tiempo. Lo es (lo sé) por una razón primordial: la iniquidad humana. Lo es (lo sé) por una coincidencia de factores malignos: el destino.
Os hablo. Ignoro todo sobre vosotras. Si habéis estudiado o trabajado. Si teníais (¿acaso tendréis?) sueños. Si familia. Si amigos. Si novio. Ninguna de esas ignorancias es óbice para que no os sienta cerca. Ninguna impide lo sustancial del ser humano. Ya lo dijeron Platón y Descartes: homo est anima utens corpore.
El pensamiento es libre. También, el sentimiento. Éste no requiere ser explicado. Como la literatura (ay de la que trate de explicarse), hace y dice cuanto quiere decir y hacer, sin rendir cuentas ante nadie. Ni ante nada.
El pensamiento es libre. También, el sentimiento. Éste no requiere ser explicado. Como la literatura (ay de la que trate de explicarse), hace y dice cuanto quiere decir y hacer, sin rendir cuentas ante nadie. Ni ante nada.
Os hablo. Y os siento y os digo: os prodigaría abrazos y besos sin parangón. Daros por besadas y abrazadas. Un desconocido os ama sin doblez ni mal fondo: con corazón. Merecéis paz. Merecéis concordia. Y todos los premios del mundo. Y homenajes. Y tributos. Y conciliábulos benignos. Y parabienes. En resolución: buen azar.
Os hablo. Esta bitácora os habla. Que el mundo os escuche.
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