Ayer fue indicio de poesía. A qué el hipérbaton hoy. Sin rebozo: no le veo la gracia. Cuál será la intención del autor al emplearlo. La confusión se apodera del lector cuando éste se da de bruces con el hipérbaton. ¿Y el esfuerzo que el escritor demanda a quien leyere? Uno singular: el orden del periodo. Lo cual forma parte de las atribuciones de aquél cuando ejerce su oficio radicalmente comprometido con su obra. Y consigo mismo. Y con el prójimo. Un ejemplo, éste, como otro cualquiera de lo absurda que puede llegar a ser la literatura en según qué época. Uno se cansa del sinsentido a troche y moche. Uno se cansa de la complejidad innecesaria y también de la simplicidad impertinente. Lo primero (blanco) es una propuesta del barroco. Yo la apoyé. Lo segundo (negro) es una propuesta de la postmodernidad. Yo nuca la apoyé. Quedémonos (gris) con lo de en medio. Y esto lo dice un hombre de extremos. O un proyecto inacabado (y embustero) de Nicanor Parra. Así, ¡rediós!, soy yo: contradictorio hasta la fatiga.
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