viernes, 26 de noviembre de 2021

366/ El escritor, ¿un ser evolucionado?

El novelista (también el cuentista), en su trabajo diario, activa mecanismos de evolución cultural. Un riesgo conlleva esto: no acertar al decidir. La incertidumbre que deriva de la ignorancia acerca de la pertinencia, o impertinencia, de nuestras decisiones tomadas en frío o en caliente es tan antigua como la historia de la humanidad. Nadie se fustigue por ello. Nadie crea que es babieca por algo así. Si el hombre conociera, a priori, las consecuencias de sus pensamientos y actos dos extremos se extenderían por el ancho mundo: el bien y el mal sin medias tintas. O tanto monta: la perfección y la imperfección sin puntualizar. Es decir: el blanco y el negro. Pero no el gris. 

     José Antonio Marina y Javier Rimbaud defienden la idea de <<El algoritmo evolutivo>>. “La evolución de las culturas se rige por un mecanismo análogo [al de la evolución de las especies, de Darwin]. Hay una fuerza impulsora, que mueve y dirige la acción: las necesidades, deseos, expectativas y pasiones humanas; hay un mecanismo que proporciona soluciones a los problemas planteados por esos deseos; hay un sistema de selección que elige una de las soluciones y rechaza las restantes>> (Biografía de la humanidad. Ariel. Barcelona, 2018. Pág., 24). 

     Pues bien: en pos de la búsqueda de seguridad, al decidir, el pobrecito novelista (también el pobrecito cuentista) puede acabar siendo mordido por la locura. Legión son los escritores que han conocido de cerca las fauces desencajadas de esa perra rabiosa. Alguno hasta se ha defendido de ella amparándose en la fuerza. Devolvámosle, ahora, el don de la palabra a Marina y a Rimbaud: "En todos los seres humanos hay un deseo de seguridad (fuerza impulsora), que plantea el problema de cómo conseguirla. (…) Lucien Febvre estudió este deseo por el papel capital que ha jugado en la historia de las sociedades humanas. A lo largo del tiempo se han propuesto muchas soluciones: la cooperación para defenderse, la destrucción del enemigo, la organización política, los sistemas normativos, el retiro al desierto, la búsqueda interior de la pasividad, las religiones" (op. cit., Pág. 27). 

     Nada de esto le es ajeno al novelista (ni al cuentista). Borges se alió con Bioy para escribir, a cuatro manos, algunas piezas que no son lo mejor de su producción literaria (acaso sí de la de Bioy. Yo no sé): ambos cooperarían para defenderse. De qué o de quién no me es dado saberlo. Fernando Sanchez Dragó trataría de destruir, metafóricamente hablando, a Millás porque este habría expuesto una opinión contraria a la suya en materia de yo no sé qué (la destrucción del enemigo). Góngora y Quevedo representan un buen ejemplo de esto último. Las editoriales deciden qué texto debe ser publicado y qué texto no con base en criterios comerciales más que estilísticos (la organización política). El canon literario es conocido por todos pero nadie sabe justificar, con argumentos de peso, su rigidez (los sistemas normativos). El escritor, exhausto, se retira a su cubil cuando no entiende según qué cosas (el retiro al desierto). El escritor medita (la búsqueda interior de la pasividad). El escritor tiene fe en su obra (las religiones).

     Moraleja: Quien escriba refanfinflándosela todo, y todos, escribirá siempre. 

     No lo hagas (escribir), escritor amigo, para publicar. No cometas ese dislate. Que tu motivación sea otra. Y si aquella (la publicación) llega algún día, recíbela con alegría (perdón por la rima). ¡Y a otra cosa!

jueves, 11 de noviembre de 2021

365/ "Selva de mi silencio"

Cuando la <<joven de la perla>> me mostró aquel poema de Dulce María Loynaz yo quedé, del todo, atrapado en la contundente emotividad de la poetisa cubana. Veinte calendarios han pasado desde entonces. Hoy recuerdo, como si fuera ayer, el brutal contraste habido entre la pseudo-alegría de aquellos versos y la melancolía de una relación que tocaba a su fin antes de comenzar. (Dulce puso el acento sobre la <<i>> del amor). 

    Ayer en la tarde volví ha toparme de bruces con otros versos, que yo no conocía, de la poetisa cubana. Y lo mismo de antaño: emoción a raudales. Es indiferente la temática del verso, de la estrofa, del poema. Lo que verdaderamente emociona de la poesía de Dulce es la <<limpieza>> que atesoran sus poemas sin caer en la <<simpleza>> en que caen (y hasta se despeñan) los poetas posmodernos que se enroscan bajo la teta dadora de alimento de (por poner un ejemplo) Cangrejo Pistolero y demás sellos pamplinosos, cuya apuesta sevillana-gongorina o barroca-a-todo-trapo o de-retorcida-y-hueca-semántica cierra filas ante la excelencia (provenga esta de donde provenga. Ay). Ellos apuestan por la juventud. Vale. Ellos creen en una vanguardia actual (actualizada). ¡¿Perdón?! Sí, sí, legión son los ilusos…

     <<Aunque parezca mentira, me pongo colorado cuando me miras, Mari Carmen...>>. Quiero decir: juventud y vanguardia no van necesariamente de la mano.   

     En fin. Ya he despotricado bastante. Los versos de que hablo son estos:


     SELVA


     Selva de mi silencio,

     apretada de olor, fría de menta.

 

     Selva de mi silencio, en ti se mellan

     todas las hachas; se despuntan

     todas las flechas;

     se quiebran

     todos los vientos.

 

     Selva de mi silencio, ceniza de la voz

     sin boca, ya sin eco; crispadura de yemas

     que acechan el sol,

     tras la espera

     maraña verde... ¿qué nieblas

     se te revuelven en un remolino?

     ¿Qué ala pasa cerca

     que no se vea

     succionada en el negro remolino?

 

     (La selva se cierra

     sobre el ala que pasa y que rueda.)

 

     Selva de mi silencio,

     verde sin primavera,

     tú tienes la tristeza

     vegetal y el instinto vertical

     del árbol. En ti empiezan

     todas las noches de la tierra;

     en ti concluyen todos los caminos.

 

     Selva apretada de olor, fría de menta.

 

     Selva con tu casita de azúcar

     y su lobo vestido de abuela;

     trenzadura de hoja y de piedra,

     masa hinchada, sembrada, crecida toda

     para aplastar aquella,

     tan pequeña,

     palabra de amor…


     Juzgue, ahora, por sí mismo el lector.

jueves, 4 de noviembre de 2021

364/ Pro Sandra Golpe

<<Mucho más que un cuarto poder, la prensa española es durante el siglo XIX una vía de acción política al servicio de los partidos: sus proclamas, editoriales y polémicas llegarán a oscurecer, incluso, las mismas sesiones del parlamento. En manos de los grupos separados del gobierno se transformaría en la mejor arma de oposición a los diferentes ministerios, en tanto que el Estado encuentra en ella el medio ideal para justificar sus acciones, amparado en la falacia de la opinión pública>> (Fernando García de Cortázar y José Manuel González Vesga. Breve historia de España. Alianza Editorial. Madrid, 2012. Pág., 425).

     ¡Oh, Krishnamurti, he aquí la madre del cordero!: la prensa como arma de oposición. Deleznable. Asqueroso. Infumable e insufrible. Una vergüenza. Inútil quejarse. Es lo que, lamentablemente, hay. Y lo hay hoy. No es necesario retroceder al XIX. No, no, en pleno XXI la prensa se erige en Ministro de Interior o de Exterior o en Vicepresidenta o Presidenta (para qué vamos a andarnos con chiquitas) del gobierno de turno. Con todo, a mi juicio, no hace bien su trabajo (para el que nació): informar y controlar los desmanes del poder político, atiborrado de politicastros, sin un empuje ideológico sino humanista de fondo.

     Luego querrán sacrificar a una periodista (Sandra Golpe) que se atreve a declarar públicamente que no ejerce su derecho al voto por una cuestión de prurito profesional. ¡Bravo, Sandra! En este país de lenguaraces acompañados de charanga y pandereta no habrá nadie de la profesión de la pluma a sueldo que se atreva a seguir tus pasos decididos y honestos. Parece que depositar la papeleta en la urna de metacrilato cada equis tiempo obliga a una serie de futuras estupideces, y si no se deposita, no: en este caso quedaría uno (si es periodista) libre de todo influjo pseudo-inconsciente y por lo demás de raíz ideológica. La confesión se la afeó por lo bajini una colega con el coco comido (supongo) y felizmente casada con la Izquierda: Mamen Mendizábal. Lo hizo delante de toda España, a la torera, incluso sacando pecho: pobre. Tú vota, Mamen, que ya habrá quien te siga `periodísticamente´… (véase aquí).

     ¡Bah!, cuánta chusma en la piel de toro. Entre periodistas politizados y politicastros bocachanclas anda el juego del calamar… Yo, por si las moscas de Machado, volveré una y mil veces a mi Unamuno y a mi Juan Ramón y a mi Federico y a mis poetas esteticistas y a mis novelistas imaginativos e intuitivos que nada (o casi nada) quieren saber ni de la política ni de los discursos supuestamente envalentonados y pro humanistas de los que tanto presume el periodismo actual y de los que tanto debería desquitarse de una santa vez para hacer aquello a lo que debería sentirse obligado: informar (y opinar y analizar y reportear y…) sin una intención ideológicamente envenenada de base.

     He dicho.