Lo diré alto y claro: leer a Lola Pons Rodríguez es un deleite. Lola: catedrática de Lengua Española en la Universidad de Sevilla. Hoy. Lola: docente de Dialectología e Historia del Español en las universidades de Tubinga y Oxford. Ayer. Lola: académica correspondiente de la Academia Panameña de la Lengua. También hoy. ¿Alguien da más? Alguien, no sé; algo, sí: el libro <<El español es un mundo>> (Arpa): ochenta ensayos breves sobre la historia del español y sobre su situación actual. Pregunto: ¿podría considerarse a Lola (y a su libro) ejemplo vivo de divulgación de la filología española a nivel mundial? La contraportada del libro mentado así lo afirma. Yo, en verdad, lo creo. En ese libro hallamos un lenguaje sencillo sin recurrir a la simpleza posmoderna a que tanto nos tienen acostumbrados últimamente; sintaxis, no correcta, sino exquisita; un sentido textual profundo y lleno de ramales. La autora no hace ascos a la metáfora. Valga un ejemplo: <<El nombre almohadilla nació, sí, del inevitable parecido del signo con un cojín de dormir, pero hoy este signo es de verdad una almohada moral, un elemento que incorporar tras el lemita cambiante de turno para tumbarse en un sueño aliviado de conciencia que forzosamente va a ser ligero, ligero, porque el río sigue corriendo y busca nuevas frasecitas que enrejar entre almohadillas para que nosotros durmamos tranquilos>> (op. cit. Pág., 60).
Proverbial. Nunca antes se había comparado el alma mater del hashtag, la almohadilla, con una almohada moral. Lógico. En la sociedad actual falta altura de miras y sobra superficialidad colorista y postureo ambientalista. La zafiedad campa a sus anchas por todo el territorio virtual. Algunos hablan de <<nueva vanguardia>>; yo, de <<nueva necedad ilustrada>>, la de los posmodernos con tiempo libre y un teclado delante. Muchos van de poetas (y se colocan un sombrero ante un micrófono en un antro nocturno... Risas). Y ¡ay!
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