jueves, 23 de marzo de 2023

406/ La vida no vivida

"La vida no vivida 

es una enfermedad 

de la que se puede morir" 

(Carl Young)


Cada vez tengo más claro que <<realidad>> y <<modo de percibir la realidad>> no siempre coinciden, cualitativamente, en los seres humanos: una cosa es la realidad y otra, distinta, la manera en que la percibimos. Digo esto a colación de una lectura que se me antoja no solo interesante sino, además, instructiva: la de los <<Diarios>> de Zenobia Camprubí Aymar; concretamente el tomo I (Cuba). En él deja Zenobia sentada la idea de que su vida es (así lo percibía ella) <<vegetativa>>; es decir: una vida no vivida. Y, ahora, habría que añadir la siguiente coletilla: <<de la que se puede morir>>. Young hizo referencia al carácter enfermizo de <<la vida no vivida>> con su famosa cita; la misma que encabeza este post. El caso es que al lector de estos <<Diarios>> le queda justo la sensación contraria, la de vida no solo vivida sino a lo mejor hasta demasiado vivida, respecto al modo de transitar Zenobia su día a día. Yo no conozco nadie cuya rutina iguale siquiera en intensidad y variedad a la de la esposa de Juan Ramón Jiménez. Repito: nadie. Cabe preguntarse por qué Zenobia tenía esa percepción de su propia vida. Auguraré, aquí, una posible respuesta: porque nada (o casi nada) de los que hacía le aportaría una verdadera realización personal. Un exceso de actividad, per se, no produce en el hacedor la capacidad de valorarse positivamente a sí mismo. Para ello sería necesario que esa actividad fuese motivadora; y yo conjeturo: no sería el caso. Otra posibilidad: Zenobia añoraba, cuando residía en Cuba con Juan Ramón, la vida en Nueva York (ambos contrajeron matrimonio el año 1916 en la iglesia católica de St. Stephen de la ciudad de los rascacielos) y sorprendería en tal caso que un solo hecho (vivir en Nueva York) pudiese invalidar infinitud de otros con base en la añoranza sólo. Luego, leyendo la letra de cada día vivido por Zenobia, el lector se percata de la pasión intelectual y sensitiva que la autora ponía en cada proyecto que acababa emprendiendo. Lo cual entra en conflicto directo con nuestra apreciación de unas líneas más arriba; a saber: que Zenobia no se sentiría realizada con aquello que hacía. Llegado a este punto no sé, ya, qué pensar y qué no. Acaso el carácter difícil de su marido no contribuyó demasiado al bienestar general de la autora. Pero ese es otro cantar. Juzgo a Zenobia Camprubí Aymar mujer hiperactiva, resolutiva y comprometida (además de adelantada) con su época, lo que se me antoja suficiente (aunque no necesario) para hallar la realización personal en la vida. A  Zenobia le faltaría algo. Lamentablemente qué sea o deje de ser ese algo no está en nuestra mano conocerlo. Así que mutis por el foro y a otra cosa.               

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