He hallado en los <<Diarios>> de Zenobia una entrada con la que no puedo estar más en sintonía; una entrada con la que no puedo <<identificarme>> más de lo que ya estoy. Indagaré algo: ¿quién no se ha preguntado alguna vez si es o no es revolucionario? ¿Y quién, si es o no es reaccionario? ¿Quién, si es o no es conservador, progresista…? Quiero pensar que todo hijo de vecino lo habrá hecho en algún momento de su vida; no hacerlo atentaría, quizá, contra la propia salud mental. La duda, como precursora del conocimiento, es algo a lo que hay que agarrarse sin perjuicio de que a uno lo tilden de inseguro. Cierto nivel de inseguridad puede resultar beneficioso. No hablo, por supuesto, de <<inseguridad enfermiza>>. Esa mejor no menealla. A Zenobia no le duelen prendas en reconocer algo que (sobre todo en aquella época, 1936) podía no estar demasiado bien visto: no era revolucionaria. Subrayaré algo: por entonces Zenobia residía junto a su marido, Juan Ramón Jiménez, en Cuba. ¡Ojo! He dicho: Cuba.
La entrada en cuestión es la que sigue:
<<[1936] 14 de mayo. Viernes
Sin lugar a dudas no nací para revolucionaria. Prefiero sacar provecho de las circunstancias existentes mejorándolas en vez de virarlo todo al revés, corriendo el riesgo de que funcione o no el nuevo experimento. El problema es que soy escéptica en cuanto a todos estos rimbombantes programas políticos para redimir a la humanidad. Y, sin embargo, supongo que si no hubiese algunos reformadores tercos para espolearnos no progresaríamos mucho. He estado trabajando todo el día corrigiendo pruebas y me gustaría dejarme hundir holgazanamente en un hueco. No, definitivamente, el mundo no progresaría mucho si tuviera que depender de mí, pero por otra parte no soy un estorbo, por estar muy ocupada con mis propios asuntos.>>
El mundo habría ido (iría hoy) mucho mejor, Zenobia, con gente como tú. Tus propios asuntos eran los asuntos de todos en muchas ocasiones. Tú estabas para todos. Pero, ¿quién estaba para ti? Ay.
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