Cantidad y calidad no están reñidas. No siempre. No, en literatura. A menudo nos topamos con obras breves cuya nombradía responde, en sentido estricto, a la calidad literaria que atesoran y no a su número de páginas. Un lenguaje deleitoso. Una estructura sólida. Unos personajes redondos. Una trama de hilacha oculta… Un argumento, como la estructura, sólido. Ejemplos, los mentados, de buena literatura sea esta o no breve. Juzgo <<Réquiem por un campesino español>> (Ramón J. Sender) un icono de esencia literaria en tarro pequeño. Leí esta novela (no este cuento. Ya va siendo hora de sentar la idea con toda claridad: se trata de una novela pura y dura) en abril de 2005. Ahora, mayo de 2023, la releo y vuelve a deslumbrarme. Dieciocho años después sigue pareciéndome una obra maestra del compromiso literario social sin, por ello, pecar de aburrida ni (menos aún) de ideologizada. Quizá atesore más forma que fondo. Es, por lo demás, políticamente incorrecta. Como toda buena obra literaria. O casi. Un artefacto de perfecta ingeniería verbal y no menos perfecta arquitectura semántica. El año de su publicación, 1950. Una década de pleno auge del Realismo Social. En apenas cien páginas Ramón J. Sender desglosa el horror de la guerra (in)civil española cuando otros autores, para el mismo fin, requieren centenares (si no millares) de ellas. La consigna de Borges: no emplear demasiadas palabras para enunciar ideas que pueden ser expresadas valiéndose de muy pocas. Se llama: <<Minimalismo>>. Son obras, estas, que jamás aburren. Y otro apunte: el lector de ellas guarda, siempre, en su memoria el mensaje principal (de otro modo desvirtuado por la acumulación de elementos que lo distorsionan). La intención del autor llega a buen puerto: el de la comprensión lectora (tan en boga hoy). Todo en estas obras es claro. Y todo en estas obras es contundente. Lo barroco, abstracto y oscuro (en ocasiones superficial), no sería más que un engañabobos… Y qué decir de uno de los inicios de novela más conocidos (y reconocidos) en todo el mundo: <<El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem>>. ¿Cabe más en una sola frase? Literatura, sí, de alto vuelo. A qué marear la perdiz con retruécanos, alegorías, paradojas…
Cierto es que lo breve puede acabar resultando complejo por un afán de búsqueda de profundidad, a veces, mal resuelto. Lo dicho: cierto. Nunca será lo mismo el caso de un novelón de mil páginas de las que seguramente sobren quinientas. La única macro novela, que yo haya leído, sin una sola página (sin una sola línea) sobrante es <<La montaña mágica>>. Pero se da la circunstancia de que no todos los novelistas son Thomas Mann…
No. Háganme caso. No se dejen seducir por las modas. La literatura clara y el chocolate espeso.
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