Kevin Perromat (Universidad de Picardie-Jules Verne) menciona ocho rasgos de la <<mala literatura>> en un texto que lleva por título: <<Oportunidades y peligros de la “mala literatura”. Aporías estéticas de Julio Cortázar>>. Son los que siguen:
-barroquismos, manierismos, excesos verbales, cursilería,
-convencionalidad de la expresión literaria,
-solemnidad/ seriedad/ falta de humor/ pretenciosidad,
-importación de modelos foráneos (europeos y anglosajones),
-autocensura,
-facilismo,
-profesionalidad, dependencia del mercado y de las formas comerciales,
-incomunicabilidad.
Quiero centrar mi atención en el sexto rasgo: <<facilismo>>. Voy a hacerlo sin dilación. Harto de ello me hallo. El <<facilismo>> es al arte y la literatura lo que el cáncer al cuerpo humano y animal: acaba desgastándolo antes de tiempo y matándolo en el caso más drástico. Digamos alto y claro las cosas cómo son. Ya está bien de recortar calidades en pos de yo no sé qué cantidades ni qué billetes verdes y metales circulares. Se ve, a la perfección, en la música. Jamás la ha habido peor que la que hoy escuchamos. Refiero los estilos reguetón, pop, ignoro si rock… Ritmos, todos ellos, pegadizos con base en una percusión contundente y letras horrorosamente malas. Muy malas. Incluso demasiado malas. Que nadie confunda el reguetón con la música electrónica, emparentada con la clásica, palabras mayores ya. Yo siempre opondré Mozart (o Beethoven o Bach o Vivaldi) a Quevedo (el cantante, no el poeta, ¡por Buda!), Juan Magán, Maluma, Rosalía… ¡Bah! Con su pan se lo coman quienes les escuchan rindiéndoles pleitesía… Pobres: aún no han descubierto el verdadero y supremo arte musical.
Lo mismo acontece con el hecho literario. El <<facilismo>> desvirtúa toda noble intención en este terreno (el de la literatura). El lector no es tonto. O eso quiero yo pensar. El lector no pasaría, pues, por cualquier trágala. Lo peor de todo: el <<facilismo>> entronca directamente con la falta de profundidad en el tratamiento de los temas. Pero no sólo. También con la búsqueda del éxito comercial (rasgo séptimo de Perromat), neologismo barato de la expresión <<éxito de ventas>>, entronca. Cuanto más fácil mayor venta por aquello de que el lector, cada vez más, está menos instruido y lo único que persigue como alma que llevase el Diablo es entretenerse. Punto. Otro cáncer, ese, del arte y la literatura: el entretenimiento. Como diría Alejandro Jodorowsky: <<Para qué seguir>>…
Lo último: nadie confunda tampoco (so pena de parecer y hasta ser tonto) <<facilismo>> con <<sencillez>>. Entérense los correveidiles del negocio editorial y musical: ambas cosas son distintas. Repito: distintas. ¡Hombre ya!
Ejemplo de facilísimo literario: <<Ahora, en casa, procuro evitarle y mi madre me avisa cuando va a llegar. A veces, desde lo alto de la calle Toledo miro el horizonte y la lejanía, ¿qué habrá siguiendo ese camino? He decidido marcharme antes que seguir así>> (Asís Lazcano: <<La sombra del anarquista>>. Ediciones Martínez Roca. Madrid, 2006. Pág., 46).
Otro ejemplo de facilísimo literario: <<Me puse colorado como un tomate, y menos mal que Lila no agregó nada. Yo creo que casi nunca me pongo colorado, aunque yo creo que esta vez me puse un poco colorado. Yo creo que colorado, lo que se dice colorado colorado, yo creo que no. Pero menos mal que Lila no agregó nada>> (Antonio Álamo: <<Una buena idea>>. Planeta. Barcelona, 1998. Pág., 51).
Ejemplo de sencillez literaria: <<Con esas reflexiones, y otras varias, había terminado un primer borrador de la nota cuando el sol de agosto estalló entre los almendros del parque y el buque fluvial del correo, retrasado una semana por la sequía, entró bramando en el canal del puerto. Pensé: Ahí llegan mis noventa años>> (Gabriel García Márquez: <<Memoria de mis putas tristes>>. Mondadori. Barcelona, 2004. Pág., 15).
El segundo ejemplo de facilísimo estaría justificado: el narrador es un niño. El primero, en cambio, no: la novela en que se encastillan esas líneas fue Finalista del <<Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio (2006)>>. Sobran comentarios.
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