viernes, 2 de junio de 2023

419/ "Como ropa sin cuerpo que se cae"

El año 2001 (o aproximado. Hablo de memoria) la <<chica de la perla>> me hizo llegar un recorte autógrafo con el poema de Dulce María Loynaz <<Vuelco a nacer en ti>>. Quedé sugestionado al instante. Por el poema y por el recorte. Más por el recorte. Pero no menos por el poema. Era una constatación de mi triunfo de amor. Más tarde, yo no haría que ella renaciera. Yo diría que al contrario. También ella (a las claras) me mortificó a mí. El hecho es que ambos quedamos atrapados, para siempre, en el dictamen de ese poema sencillo de Dulce.

     Una idea me obsesionó grandemente cuando lo leí. Aparece esta recogida en el sexto y séptimo verso: <<como ropa/ sin cuerpo que se cae>>. Más que idea, imagen. La que sigue: un cuerpo que, al no estar <<sujeto por>> ropa alguna, acaba desplomándose contra el piso. En consecuencia: se hace añicos. La fragilidad del amor. Ese cuerpo (el de la <<chica de la perla>>. El mío) era el del amor hecho añicos.

     Algunos años después de aquel lance leí <<La hojarasca>>, ópera prima de Gabriel García Márquez. Y lo mismo: quedé deslumbrado. Me pareció digna de lo mejor de su obra (o sea: todo. ¡La duda ofende!). Todo, menos un título. Este: <<Noticia de un secuestro>>. Nunca debió Gabo escribir una novela tan realista, tan sin magia, como la recién mentada. No está a la altura del resto de su producción. Pero este es otro cantar.

     El pasado 26 de mayo, al atardecer, acabé de releer <<La Hojarasca>>. Volvió a deslumbrarme. Esta vez (algo así no me había acontecido en la primera lectura) la imagen mágica que sugiere el poema de Dulce (ese <<cuerpo sin ropa que se cae>>) regresó a instalarse en mi cabeza. Y lo hizo al leer yo lo siguiente: <<Se tenía la impresión de que los pantalones iban a resbalar, a caer, por falta de un cuerpo sólido en que sostenerse>> (op. cit. pág., 73). Y más adelante: <<El traje y el sombrero están aquí, en la silla, pero en ellos mi madre ha dejado de estar>> (op. cit. Pág., 115). 

     Yo no sé. Parece que a Gabo también le obsesionaba la imagen que plasma en el caletre del lector el poema de Dulce María Loynaz. Un cuerpo que se precipita al piso por no estar contenido (ni sujeto) en ropa alguna. Cabría pensar en lo anchuroso de la ropa pero, también, en la escualidez del cuerpo… El verso quinto del poema de Dulce reza algo parecido: <<como cuerpo sin alma>>. El cuerpo contendría el alma y no al revés. ¿Qué quiso, entonces, decirnos Dulce con estos ingrávidos versos? El último encierra en sí mismo una esperanza. 

     Júzguelos, ahora, el lector:          


     VUELVO A NACER EN TI


     Vuelvo a nacer en ti:

     Pequeña y blanca soy... La otra

     —la obscura—que era yo, se quedó atrás

     como cáscara rota,

     como cuerpo sin alma,

     como ropa

     sin cuerpo que se cae...

 

     ¡Vuelvo a nacer!... –Milagro de la aurora

     repetida y distinta siempre...–

     Soy la recién nacida de esta hora

     pura. Y como los niños buenos,

     no sé de dónde vine.

 

     Silenciosa

     he mirado la luz—tu luz...—

     ¡Mi luz!

     Y lloré de alegría ante una rosa.

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