Siguiendo con el apunte principal del post anterior a este, la imagen del poema <<Vuelvo a nacer en ti>> de Dulce María Loynaz (o sea: <<como ropa sin cuerpo que se cae>>) y toda la literatura y filosofía que de ella se desgaja, he de mencionar ahora la novela <<Memoria de mis putas tristes>> (Gabriel García Márquez. Mondadori, 2004) por una razón bien sencilla. Esta: que el de Aracataca plasma, en la página 93 de la novela mentada, la imagen de rigor materializada en una prosa tremendamente llana: <<Perdí tanto peso que no se me tenían los pantalones en la cintura>>. Producto, lo puesto entre comillas, de un mal de amores del protagonista de aquélla (tiene 90 en su aljaba y permanece enamorado de una adolescente virgen). Sí: la sombra de la pederastia cubre por completo al narrador protagonista de esta historia. A lo que iba: de nuevo hace su aparición providencial en la obra de Gabo la imagen del poema de Dulce María Loynaz. Me pregunto: ¿lo leería el Nobel colombiano? Entre <<La hojarasca>> (primum officium de Gabo) y <<Memoria de mis putas tristes>> (ultimum officium de Gabo) media una vida entera de escritura. Para ser exactos: cincuenta años. La imagen de la ropa que al no ser sostenida por cuerpo alguno acaba desplomándose contra el piso sería, cuanto menos, sempiterna. O así quiero creerlo yo. Y lo sería no sólo por su intrínseca posibilidad poética sino, además y sobre todo, por su aplicabilidad en diversos ámbitos del conocimiento humano. Me explicaré un punto. Ella (la imagen a que venimos aludiendo todo el rato) puede hablarnos del alma del moribundo. Y esto sin ningún forzamiento. También puede hablarnos de un amor extinguido. O de una <<vida no vivida de la que, fatalmente, se puede morir>>… Quiere decirse: del sufrimiento del hombre moderno (¿o debiera enunciarse, mejor, posmoderno?) nos habla la imagen del poema de Dulce María Loynaz. Otro apunte: al coronel de <<El coronel no tiene quien le escriba>> (G.G.M., 1961) le acontece algo parecido: lleva sujeto el pantalón a la cintura con un pedazo de cordel. El pantalón, sin cuerpo a que agarrarse, corre con el albur de precipitarse contra el piso en cualquier momento. A ese viejo coronel, que pasa los días aguardando su pensión de viudedad sin que esta acabe de llegar nunca, se le cae el alma al suelo en no pocas ocasiones. Será su mujer quien se encargue de recogérsela (o no. Esto tendrá que decidirlo el lector) bajándolo de las alturas del idealismo donde él respira, para traerlo con brío a la llanura de tierra reseca del realismo, donde ella. Pero se nos olvida que el sujeto poético de <<Vuelvo a nacer en ti>> llora <<de alegría ante una rosa>>… Cuando la <<Chica de la perla>> me hizo entrega de aquel recorte autógrafo me rentó, precisamente, eso: esperanza. Hoy, después de que de todo hayan pasado más de veinte años, la esperanza a mudado en <<sereno memorándum>>. De lo cual me congratulo. Yo sólo quería dejar, aquí, constancia de ese hecho.
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