lunes, 28 de julio de 2025

483/ El señor "K"

La figura humana (no política) del Papa K. Wojtyla me suscitó fascinación siempre. Fue (y será) el Papa de mi infancia; aquél que cuando arribaba a un lugar desconocido (o no tanto) se prosternaba y besaba el suelo. Ese noble acto quedaría grabado en mi memoria per saecula saeculorum (como ejemplo de vida, de convivencia, de civismo). Besar el suelo de un lugar desconocido (o no tanto) e impropio (esto suponiendo que existan lugares propios…) era, para mí, signo de humildad y de paz inconmensurables. No existía acto superior con ambas atribuciones (paz y humildad) en toda la panoplia de humildes y pacíficos actos de la humanidad. Sólo por eso estimé tanto la figura humana de Juan Pablo II. Luego, con la oscilación de las agujas del reloj, llegaron a mis pabellones auditivos ciertas críticas a la filosofía práctica de K. Wojtyla. Ahí, mi percepción del Papa Juan Pablo II viró de signo: de aditiva (o precedida del signo +) se convirtió en sustractiva (o precedida del signo –).

     Darcy O`Brien ha escrito al respecto: <<[Wojtyla] dejó claro que se oponía a cualquier cambio de orientación en materia de filosofía moderna y de teoría histórica y literaria que diera por sentado que la interpretación de un fenómeno por parte de una persona es tan válida como la de otra. Con la adopción de esta postura se apartó de un relativismo que estaba ya arraigado entre los más destacados académicos de Estados Unidos y Europa occidental, despertando así su hostilidad>>. 

     En román paladino: lo que Wojtyla decía iba (pero, ¡viene al pelo!) a misa.

     Lo dijo Osgood Fielding III (Joe E. Brown) en el filme Con faldas y a lo loco: <<Nadie es perfecto>>.

     Pues eso.

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