Áulico Yago: voy a relatarte qué mundo habitamos. Resulta sutil. Deviene inhóspito. Destila uno que otro regocijo. Enarbola el estandarte de las concomitancias: él nos habita a nosotros. Y, si cosmos real e inventado convergen, ambulamos con pájaros en las ramas… La frustración se actualiza. Lo fabulado resplandece. Lo fáctico se opaca. Podría (lo fáctico) ser virtuoso. Es reprobable. Podría (lo fáctico) ser verdadero. Es la Verdad.
Tú no barruntas nada de esto: eres cándido. Comparte (lo verdadero) contigo un rasgo: Me envuelve sobremanera. Quienes lo habitan dejan de existir si clausuro sus tapas. Uno que otro requiere de mi somnolencia para conciliar el sueño. Duermo escasamente; tú, en demasía. Mucho debe desgastar “Azulandia”…
El orbe al que has arribado, áulico Yago, no es diferente del que yo frecuento. ¿Evocarás, tal G.G.M., la vida para contarla? Tú vívela sin empacho y sin aflicciones. Ambos batallamos con indios y vaqueros y, a perpetuidad, salimos airosos. El mundo es una deleitosa flor. Líbala.
Te apretujo, pequeño.
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