miércoles, 17 de octubre de 2012

30/ Esotra droga

–Tóxico y literatura casan...
–¿Y?
–William Sydney Porter no iba a ser menos.
–¿Qué refieres?
–La lista es luenga: Shakespeare, Edgar Poe, Arthur Rimbaud, Valery...
–Y W.S.P. Alias “O. Henry”. ¿Y qué?
–Podemos demonizarlo o enaltecer su obra.
–Adoleció de una vida compleja.
–Resolló tras los travesaños de la penitenciaría de Columbus por hurtar moneda corriente a un banco.
–Fue, asimismo, boticario.
–Fundó el seminario bufonesco The Rolling Stone.
–También garrapateó cuentos por encargo en el New York World.
–¿Qué sustancia empleaba?
–Alcohol.
–¿Y no adquiría atributos de gamuza?
–Trabajaba, raudo, con dos litros de güisqui a la jornada.
–Presto oído a sones de leyenda...
–Yo sé que acabó arruinado.
–Feneció prematuramente: Con 47 en su aljaba.
–Hay a quien, sin inspiración, se le oblitera la vida...
–Esotra droga.
–La óptima, álter ego, la óptima.
–¿Tú no aireabas que ella debe agarrarte laborando?
–¿La vida?
–La inspiración.
–Eso lo enunció Cela.
–¿No lo compartes?
–Para mí es al revés: Lo que debe sorprenderte inspirado es el laburo.
–¿Y si no?...
–Se abotagaría la obra.
–¿Y qué?
–Te mudarías en prolífico escritor con uno o dos aciertos.
–Exponme, ¿cómo tropezar con el numen?
–Leyendo.
–¿El qué?
–Lo impublicable.
–El mercado cifra los aciertos.
–Así es.
–Por eso te inspiras con parvedad e intoxicas y caligrafías asaz.
–Y tú que lo enuncies.
–Ahora discierno el grano de la paja...
–¡Bravo, álter ego, bravo!       

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