Hay una convergencia sin glosar entre Vicente Huidobro y Juan Ramón Jiménez. Se fundamenta ésta en el pequeño dios y en el nombre exacto de las cosas. La realidad infinita (e inédita) alienta y su mentor es el poeta. Al nombrarla (la realidad infinita e inédita), como un dios breve, la crea.
Idea, la arriba mentada, que sirve a J. R. J. para cribar los poemas de su Segunda Antología Poética. Ésta ve la luz en 1922. Hierve y los vanguardistas la olisquean: propenden a ella como la llama al oxígeno. El moguereño dejó escrito: “Creemos los nombres./ Derivarán los hombres./ Luego, derivarán las cosas./ Y solo quedará el mundo de los nombres,/ letra del amor de los hombres,/ del olor de las rosas./ Del amor y de las rosas/ no ha de quedar sino los nombres./ ¡Creemos los nombres!”.
Yo agrego: ¡No nos baste con darles cuerpo y alma (a los nombres)! ¡Aspiremos a sentirlos! ¿No se piensa, dicen, lo que se siente?…