miércoles, 4 de diciembre de 2013

116/ Paralelismos

...con Sara y Raquel e Irene en el recuerdo.

Daniel, el Mochuelo, cuenta once primaveras. Once fueron las veces que vi yo amanecer un 17 de abril. Él debe partir a la ciudad en busca de progreso. Yo tuve que marchar a Granada en pos de la vida. Su amigo el Moñigo zurra a hombres que están en la veintena. Yo atizaba a adolescentes. Daniel nace en un valle septentrional. Yo nazco en otro sureño. La hermana del Moñigo se llama Sara. Yo tuve un amor de aula: Sara. El Mochuelo y el Moñigo de ordinario se aventuran fuera del pueblo. Yo indagaba más allá de las fronteras del mío. El pueblo del Mochuelo dispone de estación ferroviaria. En el mío paran los trenes. En el pueblo del Mochuelo vive un marqués: Antonino. En el mío vive otro “marqués”: Antonino. Una mujer responde al nombre de Rita y al sobrenombre de Tonta. Yo conocí a otra Rita que era un poco tonta. El Moñigo ejecuta flexiones gimnásticas que congestionan su musculatura. Yo me aficioné al levantamiento de mancuernas y de placas de hierro auxiliado por poleas. El Mochuelo y sus camaradas Moñigo y Tiñoso tienen un encuentro con el Manco (“viejo” sabio). El niño co-protagonista de mi segunda novela lo tiene con otro anciano sabedor. La Mariuca-uca es rubia con ojos azules. La niña co-protagonista de mi segunda novela es rubia con ojos azules. El padre del Mochuelo es cazador. Mi abuelo era cazador. El hermano de la madre del Mochuelo regala a éste un Gran Duque (tipo de búho). Yo veía uno de éstos en casa de Miguel el de Antonia cada vez que iba allá con mi primo de visita esporádica y fugaz. Y lo más llamativo de todo: un amigo mío responde al apodo de Mochuelo. El año 1989 leí por vez primera El camino. Hoy termino de releerlo. Es uno de los libros de mi infancia. Tuve que examinarme de él. No me arrepiento (porque me gustó). Lo leí con minuciosidad. Creo que aprobé. He estado a punto de llorar tres o cuatro veces conforme avanzaba en mi relectura. Esas letras que conforman palabras que conforman frases que conforman párrafos que conforman capítulos que conforman la novela son la misma novela y capítulos y párrafos y frases y palabras y letras que mi cerebro registró con solo once añitos y que, hoy, vuelven a insinuársele (a mi cerebro) a modo de sugestión emotiva. ¡Qué disparate el tiempo! Cada término refleja un sentir gestionado por mí de modo diverso según criterios de infancia y de adultez. Todos los sentimientos, todos, y no el amor: sigo amando como un niño y como tal pataleo y lloriqueo disconforme. Todos, todos, hasta la soledad. De niño le rehuía y la disfrutaba. De mayor la busco. Y la detesto. La llamo. Y la repudio. Incluso le pongo nombre poético (del portugués): saudade. Todos ellos y ninguno me pasaron por la cabeza. Siendo niño supe la vida. Me he hecho hombre y solo sé lo que hay en los libros. He vuelto a mi felicísima niñez con la tristeza de un hombre no hecho y aún torcido. Corrijo: con la entereza. Largamente suspiro ahora (todo suspiro es una protesta pacífica). Mi gratitud a Miguel Delibes por ofrendarme El camino. Mi querido y soñado (siempre literario) Camino

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