La línea de sombra me ha disgustado
sobremanera. El lector claudica para terminar bostezando. Qué aburrimiento. Qué
deseos de llegar al final de cada página. Los párrafos se suceden
interminablemente con flema no del todo original. Joseph Conrad fue dado a la
luz en Polonia. Una sola cosa he de destacar: que el personaje protagonista cae
mal (lo que resulta desacostumbrado). Le pierde el orgullo. No es arquetípico.
Y el antagonista (otra falta de costumbre literaria) embruja. Es bohemio y
cruel. Nunca ejemplar. Cualquier anécdota o acción o gesto sucede a cámara
lentificada. No hay una metáfora del tránsito de la adolescencia a la adultez.
Resalta el hecho fantástico del maleficio y poco más. Ergo: el peor libro que
he leído junto a Al fin libre (J.J.
Benítez) e Historias de política ficción
(M. Vázquez Montalbán).
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