viernes, 4 de julio de 2014

150/ "Aprendiz de todo, maestro de nada"

Tres versos de Jorge Manrique hallaron eco en todo el orbe. Me estoy refiriendo a: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir.” (de Coplas por la muerte de su padre). Dejaré constancia de su reverberación en uno de nuestros poetas infra-leídos que más influyó en el batiburrillo literario de su época. Abro paréntesis. Menos por poeta que por mecenas. Cierro paréntesis. Aludo a Manuel Altolaguirre. Junto a Emilio Prados fundó Litoral. Y Poesía en Málaga. Reunió (según muchos) a la Generación del 27. Con Concha Méndez contrajo esponsales. Tradujo a Shelley. Editó a Salinas y a Cernuda. Aprovechando sus ratos libres (¿pocos?) compuso poemillas. En Soledades juntas (1931) dejó escrito: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar al espejo/ sin porvenir de la muerte.” Para acabar estampando en negro sobre sepia (y en el mismo texto) lo que sigue: “Estar lejos de la muerte/ es no verse, es estar ciego,/ con la memoria perdida,/ nublado el entendimiento,/ sin voluntad caminando,/ volubles, desconociéndonos.” Estar muerto: no tener porvenir. Estar vivo: permanecer lejos de los más queridos (¡tate!: justo lo contrario de lo que opinaba Gabito). Vivir: confundirse, sentir abulia, ser inconstante. Desconocerse. Juzgo la poesía de Altolaguirre desgarrada y con demasiados altibajos. Alimento agridulce. Saxo (no sexo) afinado que, de golpe y porrazo, suena desafinado. Agua de mar con fondo de algas. Un querer y poder esporádico. Pregunto: ¿Requiere la poesía toda la atención del poeta? Editar e imprimir y, en ocasiones, escribir (no sé si leer) producirá una obra literaria mediocre que habría podido atesorar grandezas. La España del 27 no heredó el espíritu renacentista de la Italia del siglo XV. La España actual un poco sí. ¿O no? Dispersión y exquisitez artística (conjeturo) raras veces van de la mano.        

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