Opinar y no contradecirse es una proeza. Máxime cuando el juicio se emite con el corazón: dejándose llevar quien opina por una inspiración momentánea. Un inciso. Mi ideología política, para evitar suspicacias en lo venidero, es la que sigue: ninguna. Lo repetiré por si hay alguien que no da crédito a lo que acaba de leer: ninguna. ¿Otra vez? Sea. La última ya, eh: ninguna. Se puede (creedme) no tener ideología política y no ser, por ello, tonto de capirote. Como se puede ser puñeteramente libre si por “libertad” entendemos la ausencia de influencias políticas de partido. Yo no hago acopio de ideologías en mi caletre. Sí de ideas. Consecuentemente no me someto a nada ni a nadie. Más aún: no soy ni de derechas ni de izquierdas ni de centro ni de nada que se le parezca. Y soy de derechas y de izquierdas y de centro y de todo lo que se le asemeje un punto. Soy y no soy. No soy y soy. Yo lo llamo: Individualismo anárquico. No comulgo ni con el PP, ni con el PSOE, ni con IU, ni con la madre que los trajo a la luz a todos. Pero voté y votaré a cualquiera de estas agrupaciones por extrema y manifiesta necesidad. Lo ruego encarecidamente: déjeseme tranquilo con mis pensamientos líricos y no se acuerde nadie de que existo. La política profesional me la trae al pairo. Soy novelista y poeta. Solo me atengo a mi vocación definida y clara y lúcida y de toda la vida: la literatura. ¿Queda claro? Fin del inciso. Quería yo decir que Iñaki Gabilondo no es modelo del opinador que opina sin corazón. Tampoco lo es el de su libro El fin de una época (Barril & Barral. Barcelona, 2011). Sin embargo algunos juicios recogidos en éste parecen emitidos a contrapelo del discurso del autor. Verbigracia: “(…) el periodismo tiene (…) el problema de haber creído que su misión es vigilar y por lo tanto no ser vigilado” (P, 90. Op. Cit.). Unas páginas atrás asegura Gabilondo que el periodismo es, a secas, vigilante y-punto-en-boca-hombre-ya. Otro ejemplo puede verse en las páginas 92 y 93 de la obra citada. No lo transcribiré. Diré que si de verdad hay que opinar objetivamente, ¿a qué sacar a colación aquí el caso suyo (de Gabilondo) y de Jiménez Losantos? El autor (creo) se deja llevar por el despecho. Y lo airea. Sinceramente: no me gusta Iñaki Gabilondo (el periodista. No el hombre). Estoy de acuerdo con él en numerosísimas cosas. En otras tantas no. Afirmar que una televisión privada (Intereconomía) hace “terrorismo informativo” (P. 89. Op. Cit.) lo juzgo decir demasiado sin pensar, ni un poco, en lo que se dice. ¿Informadores terroristas en España? ¡Oh, mon Dieu! Todas las cadenas de TV (incluida la pública) manejan la información como les sale del escroto a sus endiosados mandatarios. Los periodistas de a pie, Iñaki, no son superhéroes. Ni el periodismo la panacea del siglo XXI. No te apartes, querido colega, de la mama que te amamantó. No digas que hay que ser independiente y hagas luego coincidir casi al cien por cien tus opiniones con la letra grande y chica del programa del Partido Socialista Obrero Español. ¿Hemos de creerte? ¿He de creerte yo? Tampoco tú estás libre del vicio de la incongruencia. Aunque no por vía de kokoro (corazón) sino de pautas intelectuales de comportamiento profesional.
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