Abro al azar la Bhagavad-Gita. Leo: “Si se obtiene un dominio sobre los sentidos, el Yo señorea inalterable alcanzando la iluminación, quedando libre de los afectos y los desafectos”. Es el sexagésimo cuarto versículo del capítulo segundo, titulado: La introducción a la doctrina. No puedo estar al par más y menos de acuerdo con algo que es irrealizable. Quedar a salvo del afecto y de su contrario nos emparienta con los robots. Quedar a merced de ambas pasiones nos convierte en humanos. ¿Dónde radica, pues, la grandeza del Gita? En que es alta literatura hindú. Previo a la mecanización es el dominio de los sentidos. Aquel que domina no se doblega. Y quien no se doblega permanece inalterable. El robot, de este modo, queda desguazado al no poder controlar los sentidos. Triunfa el ser humano. Mejor: el humanoide. El cual tiene apariencia de humano pero no es humano. Ahora entiendo el sambenito que arrastra la expresión “ese es un iluminado”: uno que se debate entre lo humano y lo no-humano sin dejar, por ello, de no ser humano. Todo un galimatías sin cuento.
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