viernes, 16 de enero de 2015

175/ Ayer como hoy

Hombre y contradicción son, me parece, una y la misma cosa. Yo y tú, lector, somos contradictorios. Sí. Lo eres (te pongas como te pongas). Todos somos contradictorios. Mentiría (cual bellaco) quien negara serlo. Ése indefectiblemente se emparentaría con una máquina. ¿En qué cabeza, humana, cabe la coherencia del ser humano? ¿En cuál su inmutabilidad? El sabio dijo: “Todo cambia, nada permanece”. Por esa mudanza, conjeturo, respira la contradicción. Es ésta temporal. Su inarmónica esencia no es sino tiempo. Solo se es contradictorio viviendo y coleando. Basta un parpadeo para cambiar de opinión (contradictoriamente). Lo crucial no es la opinión en sí misma sino la voluntad de opinar. Yo sostengo que hay que tener voluntad de contradicción. Para mí ese es el loable camino hacia la sabiduría. La coherencia rígida no es madre de la verdad. Ésta, no se olvide, es multiforme y no sé si hasta múltiple. Sea como fuere tampoco hay que hacerle ascos al cientificismo. ¿Para qué? Todo lo dicho viene a cuento de aquello que escribió el insigne Baltasar Gracián en El arte de la prudencia: Duélase [el hombre] de que sus cosas agraden a todos, que eso es señal de que no son buenas, pues es de pocos lo perfecto. Para, unos aforismos más abajo, añadir: No quedarse solo en condenar lo que agrada a muchos. Algo hay de bueno, pues satisface a tantos; y, aunque no se explica, se goza. La singularidad siempre es odiosa; y cuando es errónea, resulta ridícula. Nota: lo transcrito en este post es (o pretende ser) una adaptación de Pedro Antonio Urbina al castellano de hoy. Sigamos… Digo que, a veces, los escritores nos creemos el centro del universo cuando en realidad somos su periferia. ¿Es original nuestra obra? Imposible serlo. ¿Es mejor por gustar a una minoría? No. ¿Es peor? Tampoco. Es menos democrática y, con serlo, no hay que acribillar a estacazos a su creador. Pero como (mal que me pese) yo soy democrático aquí dejo esta última “perlita" de don Baltasar y conste, por Buda, que no me aplico el ungüento: No tenga espíritu de contradicción, que es cargarse de necedad y molestia para los demás; se conjura contra él la cordura. Bien puede ser ingenioso poner dificultades en todo, pero no deja de ser necio lo porfiado. Estos convierten en guerra la dulce conversación, y así son enemigos más de los familiares que de los que no les tratan. Gustos hay para todos y para todos los gustos hay medios de supervivencia. A Siddharta Gautama gracias todo es discutible.       

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