Leído El arte de la prudencia, de Gracián, observo una constante. A saber: el empleo, por parte del vividor, de una estrategia en el vivir. Vivir sin ton ni son no sería de recibo. Vivir fría y calculadamente, sí. Yo no sé hasta qué punto comparto esta idea. Las mentes cuadriculadas que operan en una cuadrícula pueden devenir desaprovechadas. El “no” sistemático a la pasión me escama. El sí, me aterra. Y al contrario: embriagarse uno, hasta la ebriedad comatosa, con lo racional. Una racionalidad exacerbada, acaso, tampoco sea de recibo. Creo de un modo fehaciente que la condición humana no ha cambiado. La del s. XVII sigue siendo la del s. XXI que será, conjeturo, la del s. XXV. Es la sensación que en mí reina tras descifrar la obra del conspicuo aragonés. Ayer como hoy. Hoy como mañana.
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