martes, 21 de febrero de 2017

253/ Dos polos poéticos

No me resigno a no airear en esta bitácora el prólogo que Borges escribió para La Cifra (1981). Un poemario, éste, acaso inaudito en la obra del bonaerense. He aquí el breve texto:
     “El ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos. Nos revela nuestras imposibilidades, nuestros severos limites. Al cabo de los años, he comprendido que me está vedado ensayar la cadencia mágica, la curiosa metáfora, la interjección, la obra sabiamente gobernada o de largo aliento. Mi suerte es lo que suele denominarse <>. La palabra es casi un oxímoron; el intelecto (la vigilia) piensa por medio de abstracciones, la poesía (el sueño), por medio de imágenes, de mitos o de fábulas. La poesía intelectual debe entretejer gratamente esos dos procesos. Así lo hace Platón en sus diálogos; así lo hace también Francis Bacon en su enumeración de los ídolos de la tribu, del mercado, de la caverna y del teatro. El maestro del género es, en mi opinión, Emerson; también lo han ensayado, con diversa felicidad, Browning y Frost, Unamuno y, me aseguran, Paul Valéry.
     Admirable ejemplo de una poesía puramente verbal es la siguiente estrofa de Jaimes Freyre.

     Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores,
peregrina paloma imaginaria.
     
No quiere decir nada y a la manera de la música dice todo. 
     Ejemplo de poesía intelectual es aquella silva de Luis de León, que Poe sabía de memoria:

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al Cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza, de recelo.

     No hay una sola imagen. No hay una sola hermosa palabra, con la excepción dudosa de testigo, que no sea una abstracción. 
     Estas páginas buscan, no sin incertidumbre, una vía media”.
     Borges firma el prólogo transcripto el 29 de abril de 1981.
     Infinidad de veces me he formulado la misma pregunta. ¿Cabe una percepción (por decirlo de algún modo) bipolar de la poesía? ¿Es, ésta, vigilante o es onírica? ¿La que cursa ideas o la que sensaciones? Luego existe esa vía media de que habla el maestro: las ideas salpicadas de música. O: la música salpicada de ideas. Pienso, ahora, en Federico y en Juan Ramón. El de Fuente Vaqueros prodigó versos más sensitivos que intelectuales. El de Moguer, quizá, defina a la perfección al poeta que opta por la vía media. Pienso en Rosalía de Castro (igualmente paradigma de ese camino de en medio...). ¿Y no hay otro? ¿O se es sensitivo, o se es intelectual, o se es un híbrido de ambas tendencias? Borges escribe en el curso de su prólogo (en referencia a una estrofa rescatada por él) una frase contundente: “No quiere decir nada y a la manera de la música dice todo”. Yo juzgo terrorífico escribir un poema que no dice nada. Que solo es música. Que solo es un mero juego. Yo juzgo erróneo hacer una música que abraza algo más que melodía y armonía… 
     Concluyo: son legión los poetas que no toman conciencia de que la poesía no es solo una pirueta verbal. Sino mucho más. La poesía da voz a las empresas inefables. Una es: verbalizar lo que no se puede (o cuesta mucho) verbalizar. Pero no tanto desde el juego cuanto desde la necesidad (ineludible) del poeta de verbalizarlo.
     Esta es, equivocada o no, mi tesis.  

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