El 4 de enero de este año se cumplieron cien de la muerte de Benito Pérez Galdós. Yo, hoy, lo homenajeo íntimamente leyendo el nº 3 de sus Episodios Nacionales. Este: El 19 de marzo y el 2 de mayo. Ignoro si conseguiré mi propósito. Lo cierto es que no hay vez que lea a tan ilustre canario (y escuche su trino) que no caiga rendido a sus patas. Por la maestría narrativa que siempre demostró. Por su profundidad de miras política y social. Aunque, es claro, he de pasar por alto ciertos errores propios de la época que le tocó vivir para llegar a la admiración. Con `épocas´ refiero la “real” y la literaria. Más la literaria. Por ejemplo: el machismo y la inverosimilitud.
Botón de muestra: “Sintiendo el auxilio de la ingratitud, la turba se envalentona, se cree omnipotente e inspirada por un astro divino, y después se atribuye orgullosamente la victoria. La verdad es que todas las caídas repentinas, así como las elevaciones de la misma clase, tienen un manubrio interior, manejado por manos más expertas que las del vulgo” (Episodios Nacionales, primera serie. P., 70. Espasa. Madrid, 2008).
Otro botón:
“–¡Miedo! ¡Que yo tengo miedo! –exclamó el mancebo con un repentino arrebato que le puso encendido como la grana–. ¿A dónde vas, Gabriel?
–A la calle– respondí saliendo–. A pelear por España. Yo no tengo miedo” (Op. cit. P., 187).
Gabriel, protagonista del Episodio Nacional que me atarea, habla en sendos botones brillantes y bien cosidos pero en el segundo entra en escena otro personaje ambivalente donde los haya: Juan de Dios. Volvamos un punto a Gabriel. Gabriel es un hombre que abraza dos ideas a priori contrapuestas. De un lado: el rechazo de la actitud borreguil del pueblo que sigue a su líder (o líderes) sin cuestionarse nada. De otro lado: el convencimiento de que hay que luchar, codo con codo con los demás “borregos”, para salvar la patria. Del ¡bah! al ¡beee! sin más fórmula de continuidad que unos cuantos asesinatos callejeros perpetrados en Madrid en 1808…
Nuestro pensamiento puede cambiar de la noche a la mañana o, incluso, antes. No hay que temer (así lo dicen en Granada. O, ya puestos, en Graná) “naíca”. Al contrario: hasta hay que desearlo. Aquel que adopta una postura inamovible en cualquier ámbito de la vida está condenado a achicharrarse en el fuego no sé si eterno de la caldera de Satán, o qué, del aburrimiento. Ese, creo, no será hombre resuelto (perdónenme las feministas “enfolliscás” que no emplee, aquí, el lenguaje inclusivo. En la próxima ocasión lo haré. ¡Prometido! Pereza, ya saben, mal congénito de varones...).
Lean a Galdós. Háganme caso. Y déjense de pamplinas seudo-históricas, seudo-novelísticas, que ni lo uno (novela) ni lo otro (historia) son.
¿Y ustedes dicen ¡bah! o ¡beee!?
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