Desde el primer vagido hasta el último estertor me agencio responsabilidades. De iuris o de factum. Lucrativas u onerosas. Indago: ¿A la postre… me atañen? Yo no elegí llegar acá. La espada de Damocles se cierne sobre mí. Puedo descifrar su marbete: <<Libertad>>. Una duda me atolondra: ¿Soy responsable de mi libertad? ¿O soy manumiso de toda responsabilidad? Acaso ni lo uno ni lo otro. Nadie me exime de mí mismo. Yo vivo, a perpetuidad, en mis actos. O no. Eterno dilema. Sempiterno titubeo. Incorruptibilidad de la zozobra humana. Vacilar y vacilar hasta de la propia vacilación…
Cuando no recelo (en el sentido positivo del término) algo muere en mí. Viene todo a colación de un epígrafe: Libertad y responsabilidad. Se asila, éste, en la República ontológica y deductiva de Jean Paul Sartre. Si me extraviara en el océano vital (no lo quiera Buda) fondearía en aguas cristobalinas (léase: erróneas). Así, conjeturo, en El ser y la nada.
¡Mecachis!