La jornada 13 de febrero de 2012 hice un felicísimo hallazgo: Omar-al-Khayyam. Algo aconteció. Murmuró el rapsoda: Amor y veneno, Javier, son semejantes. Yo bostecé. Él prosiguió sin reparar en mi indolencia procaz: Considera <<una mujer de níveos senos de quien guardes>> enamorarte. Y anexó: Ella, ídem, habrá de rehuir enamorarse de ti. Esbocé una holgada sonrisa y me agencié la exhortación.
Hoy arribo de nuevo a puerto persa: el de la página 266 (Ed. Planeta) de Gárgoris y Habidis. Habla el bardo y astrónomo barbado: El cielo se muda en <<linterna mágica. El Sol es la llama, el Universo la lámpara y nosotros pobres sombras que vienen y van>>. Cavilo: Así la Vida. Le pregunto al bardo: ¿Y la Muerte? Él calla y se desternilla a lo lejos. Yo examino mi contorno… Ya no evoco a la mujer de níveos senos… Serenamente me basto y sobro conmigo.
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