De vez en vez (con h) hojeo Las pasiones del alma (Descartes). Paulatinamente voy pergeñándome una traslúcida idea sobre este tratado. Hay en él una deducción inverosímil y, al par, esperable: la psicosomática de las pasiones. Cuerpo y alma tejerían, entre sí, una urdimbre de vasos comunicantes. La teurgia de aquel hechizaría la insustancialidad de esta.
Exclamo: ¡Ufa!
Concluyo: por menos enfermo de morriña y me obnubilo, ambulo por el mundo al birlibirloque, hago añicos a uno que otro prójimo… Perdóneseme.
Cavilo: pondré tierra por medio entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Afortunadamente solo idolatro a Juan Ramón, Borges, Velázquez y Mozart (también Beethoven).
Vayan, aquí, mis seudo-desgarros. Considérelos, quien lo tenga a bien, propósito de enmienda o alegre juramento.
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