miércoles, 29 de mayo de 2013

72/ Crisopeya onubense

Álvaro Alonso Barba alboreó en Lepe: Alquimista recalcitrante, zalamero con la clerigalla. Parió un Arte de los metales ínclito. Lo vindica Dragó en su Gárgoris y Habidis. Voceo: ¡Ijujú! Posee la Ónuba cuasi lusitana su hierofante. Lo estrambótico del bolado radica en que el espagírico arribó a América (precolombina). Concretamente al distrito inca de Tihuanaco, y en calidad de cura. Adepto y evangelizador al par. ¡Ay, sombra que me asombras! Nadie se asombre ni, por ende, sombrío se halle: Esto del par (del pluri) se huele en la vieja huerta de la crisopeya. Los de la panacea universal embarullaban mejunjes sincréticos en busca de Oro. Dicha obcecación, para mí, dibuja con carboncillo una escena táurica: La estocada espiritual sobre el espinazo del iniciado. Un modo, como cualquier otro, de crecer padeciendo tormento.       

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