lunes, 5 de mayo de 2014

142/ José Moreno Villa II

Canto a una parte de mí mismo...

No me resisto a estampar aquí el extraordinario poema de JMV con que súbitamente me he topado hoy. Se incluye éste en la nómina lírica y lírica nómina de Puentes que no acaban (1933). Su título: Después de todo eras tú lo que yo buscaba. Y dice así: “En las letras de un cantoral,/ entre la retama y el jacinto serrano,/ en el ancho mar, en la taberna inquieta,/ en el fondo de la copa verde,/ después de todo eras tú lo que yo buscaba./ Pregunté muchas veces a las guías turísticas/ dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya;/ pregunté a los filósofos por la llave del secreto;/ fui devorando pregunta a pregunta mi vida,/ y después de todo resultas tú lo que yo buscaba./ Pude leerlo en mil detalles:/ verte y enmudecer,/ verte y olvidarme del mundo,/ verte y hablar luego por las calles solitarias,/ verte y sentir el cuerpo,/ verte y huir hacia los confines de mí mismo./ Desmadejado y alma en pena,/ imaginé que lo mejor era llorar en los ocasos,/ leer los libros místicos/ y contribuir a la redención de los débiles./ Y en todo, en todo, en absolutamente todo/ no había más que la busca de tu persona./ Sí, después de todo eras tú la búsqueda./ Y aquí declino ya todo examen y toda crítica./ Tú, con tus faltas y tus sobras;/ tú, con tu maravilloso complemento rubio a mi color de/ bronce”. Me arrogo el sacrosanto derecho personal a subrayar públicamente lo que he subrayado: `Llorar en los ocasos´, `leer libros místicos´, `complemento rubio´. Amén de que sendos verbos con sus respectivos aditamento circunstancial de tiempo y directo y el otro con su doloroso adjetivo fueron (ya lejano uno que otro diciembre...) conjugados por un servidor de Nemo. No diré nada más. Que entienda quien quiera (o pueda) entender. José: mi gratitud por tan indeleble poema. ¡Quién tuviera a su alcance, ay, escribir de tal guisa!    

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