Canto a una parte de mí mismo...
No
me resisto a estampar aquí el extraordinario poema de JMV con que súbitamente me he topado hoy. Se incluye éste en la nómina lírica y lírica nómina de Puentes que no acaban (1933). Su título: Después de todo eras tú lo que yo buscaba. Y dice así: “En las letras de un cantoral,/ entre la retama y el
jacinto serrano,/ en el ancho mar, en la taberna inquieta,/ en el fondo de la
copa verde,/ después de todo eras tú lo que yo buscaba./ Pregunté muchas veces
a las guías turísticas/ dónde suspira el lugarejo ignorado por la epopeya;/
pregunté a los filósofos por la llave del secreto;/ fui devorando pregunta a
pregunta mi vida,/ y después de todo resultas tú lo que yo buscaba./ Pude
leerlo en mil detalles:/ verte y enmudecer,/ verte y olvidarme del mundo,/
verte y hablar luego por las calles solitarias,/ verte y sentir el cuerpo,/
verte y huir hacia los confines de mí mismo./ Desmadejado y alma en pena,/
imaginé que lo mejor era llorar en los
ocasos,/ leer los libros místicos/
y contribuir a la redención de los débiles./ Y en todo, en todo, en
absolutamente todo/ no había más que la busca de tu persona./ Sí, después de
todo eras tú la búsqueda./ Y aquí declino ya todo examen y toda crítica./ Tú,
con tus faltas y tus sobras;/ tú, con tu maravilloso complemento rubio a mi
color de/ bronce”. Me arrogo el sacrosanto derecho personal a subrayar públicamente lo que
he subrayado: `Llorar en los ocasos´, `leer libros místicos´, `complemento
rubio´. Amén de que sendos verbos con sus respectivos aditamento circunstancial de tiempo
y directo y el otro con su doloroso adjetivo fueron (ya lejano uno que otro diciembre...) conjugados por un
servidor de Nemo. No diré nada más. Que entienda quien quiera (o pueda)
entender. José: mi gratitud por tan indeleble poema. ¡Quién tuviera a su
alcance, ay, escribir de tal guisa!
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