La que sigue: “(…) agradable emoción del alma que consiste en el gozo que siente [ésta] por el bien que las impresiones del cerebro le presentan como suyo”. Me agencio el subrayado. Lo que con ello pretendo significar es que Descartes (autor de las líneas definitorias que anteceden a la que en estos momentos barre con sus ojos el lector) diferenció entre alegría pasional y alegría intelectual. Respecto a la segunda escribió que “llega al alma solo por la acción del alma [sin objeto que valga, o medie, ni mucho ni poco ni regular]”. Y concluye: “(…) tan pronto nuestro entendimiento descubre que poseemos algún bien, (…), la imaginación no deja de causar alguna impresión en el cerebro, de la que se deriva el movimiento de los espíritus que excita la pasión de la alegría”.
Lo anterior es cuerpo de artículo, el 91 para más señas, de Las pasiones del alma que pergeñara tan insigne franchute. Lógicamente, resumido, signado y subrayado… El texto original es muy soso. O por decirlo a la manera bachiller de mi época: infumable.
Dos tipos, pues, de alegría. Y más de lo mismo: emoción e idea. Sentimiento y pensamiento. Blanco y negro. Vida y muerte…
O tanto monta: Eros (“amor que se fue”) y Thanatos (“callada y solitaria sombra que se queda”).
Javier Sardá confeccionó una novela titulada así: Eros, Thanatos y su puta madre. Tal cual. No la he leído. Pero con ese título siento el ansia, viva, de devorarla. Conjeturo que en el transcurso de su lectura hallaría yo la carcajada. Es verdad que no lo sé a ciencia cierta. Tampoco creo que se trate de un dramón. Mi tocayo es un cachondo cerebral. Aunque con Thanatos, por ahí, haciendo de las suyas…
La alegría pasional es gozo. Vale. ¿Vale? ¡En absoluto! La pasión requiere algo a cambio (más de sí misma) y eso es fuente de sufrimiento. La alegría intelectual es gozo suscitado por la propiedad de un bien. Esto sí que sí. Pero…
¡Tate! Ahora que lo pienso…, ¿no alberga sentimientos de propiedad el amor acostumbrado, al uso, desgastado por éste y tan pasional como condicionado?
Evitemos hablar, aquí, del amor. Carece, el mismo, de hueco. La alegría (por pasional o intelectual que ésta sea) lo supera de corrido y también de firme.
Parafraseando el refrán, diré: ande yo alegre, ríase la gente. La alegría es contagiosa.
Y al amor que le den cicuta.