lunes, 14 de diciembre de 2015

211/ Del arte de trovar

Por cortesía de Renacimiento y de Luis Alberto de Cuenca, esforzado poeta y traductor, he llegado a Guillermo de Aquitania. A su Poesía completa (es, ésta, trovadoresca). A su manera de encontrar y de contar y cantar. A su lujuria en verso. A su, en definitiva, tramposa sencillez. Porque a veces lo aparentemente fácil peca en exceso de complejo. Es el caso que nos ocupa. 
     No había trovador que cantara obviedades por muy diáfana que resultase su expresión. Idea que Luis Alberto enarbola. Como también que la palabra joi es “motivo omnipresente” en este género de poesía. Se traduciría la misma por “alegría”, unas veces, otras por “gozo”. Pero deviene “intraducible”. Distinta acepción de tan misterioso vocablo sería: “Entusiasmo del poeta por sus propios sentimientos”. Los cuales habitan su interior, los cuales conforman el subjetivismo. 
     Guillermo (IX duque de Aquitania) nació el año 1071 y murió el 1127. Fue el gran precursor de esta manera de poetizar. Su obra, íntegra, contiene once canciones. Lástima que no se canten y acompañen hoy, como marcaban los cánones de la época, con el violín y el laúd. Lástima que ya nadie lea esos versos. Lástima que el mundo gire en torno a lo post-moderno (léase: a lo superficial y anodino y surrealista y cacofónico). 
     Allá, digo yo, cada quisqueSarna con gusto…

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