jueves, 8 de diciembre de 2016

241/ De la respiración

Tres días atrás leí lo que sigue: 
     “Existe un conjunto de conocimientos vinculados a disciplinas tradicionalmente desconocidas, pero de las cuales se habla [con asiduidad]. Entre éstas, la que ha recibido mayor atención ha sido el Yoga.
     Aunque no hay una definición oficial de Yoga, todos saben algo al respecto, y muchos creen tener opinión formada. La [mayoría] relaciona el Yoga con formas de gimnasia que él [o ella] o personas conocidas han practicado alguna vez. Para otros, se trata de una especie de `arte de respirar´, venido del Oriente. Para otros, en fin, el Yoga se refiere a desarrollos espirituales muy parecidos a la tradicional `santidad´ de los cristianos, [por lo que] asocian al Yoga con prácticas de devoción y ascetismo” (José Álvarez López. Avances en Yoga. Pág., 129. 2004. Barcelona: Morales i Torres Editores, S.L.). 
     Nota: lo abrazado por los corchetes es de mi cosecha. Discúlpeme el autor: errores de estilo no tienen (ni tendrán nunca) cabida en esta bitácora.
     Me interesa sobremanera el “arte de respirar”. Practico la meditación: sin adoptar posturas estrambóticas. Más al contrario: cómodamente sentado en mi silla de trabajo. Y con el zumbido metálico del calefactor de fondo. Lo cual deviene disturbador (nadie sabe cómo...). Prefiero el ruido de aspas al frío feroz en pecho y pies. 
     Ignoraba que practico Yoga. A mi juicio lo practicado por mí no era sino un mero simulacro de meditación. Creo que la respiración "de asceta hindú" es un arte. Todo arte se nutre de una o de varias técnicas. Lo demás es voluntad (es instinto). Lo demás carece de importancia. El abdomen se infla y desinfla como un globo de látex al insuflarle aire, la mente en calma, convirtiéndose el aire en foco del pensamiento. Un inflado y un desinflado abdominal tras otro casi logran la vaciedad intelectual. He dicho casi: el zumbido del calefactor no se extingue. Sigue erre que erre: metálica y molestosa ventilación...
     Respirar, sí, es un arte. Respirar sin pensar o pensando solo en respirar (en la respiración). Pensares se cruzan por la mente del meditador. Pensares honestos y deshonestos. Crueles e inocentes. Burdos y refinados. Todos inquebrantables y, al par, impertinentes. Éstos interfieren la práctica. Éstos arañan la mente que no se calma. El arte de respirar quizá radique en no pensar uno que está respirando. Quizá, también, en el sueño. Afinando algo más: en la fase R.E.M. del sueño.                             

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