martes, 9 de marzo de 2021

347/ Filosofía que ni pintada...

Ortega divagó sobre las relaciones existentes entre `marco´, `traje´, `adorno´.  Y yo, lector de tales divagaciones (¿habemus extravagancia?) me he quedado pensando. El filósofo tituló su escrito así: Meditación del marco. Meditar no es equivalente a pensar sino todo lo contrario: a no pensar para, luego, mejor pensar. Cita obligada aquí: "Mente clara, corazón tierno" (Buda dixit). Ramiro Calle ha utilizado estos cuatro términos para titular uno de sus libros. Yo lo celebro. Y, a los cuatro vendavales, grito: ¡Albricias! Pasemos por alto el despiste de don José Ortega y Gasset. Idéntico, por cierto, al de la Real Academia Española. Meditar (según la RAE) significa: `Pensar atenta y detenidamente sobre algo´. Como a menudo dice Jodorowsky: “Para qué seguir”...  

     Escribió Ortega: “Viven los cuadros alojados en los marcos. Esa asociación de marco y cuadro no es accidental. El uno necesita del otro. Un cuadro sin marco tiene el aire de un hombre expoliado y desnudo. Su contenido parece derramarse por los cuatro lados del lienzo y deshacerse en la atmósfera. Viceversa, el marco postula constantemente un cuadro para su interior, hasta el punto de que, cuando le falta, tiende a convertir en cuadro cuanto se ve a su través.

    La relación entre uno y otro es, pues, esencial y no fortuita; tiene el carácter de una exigencia fisiológica, como el sistema nervioso exige el sanguíneo, y viceversa; como el tronco aspira a culminar en una cabeza y la cabeza a asentarse en un tronco” (F. Lázaro y E. Correa: Antología Literaria Española Contemporánea. Ediciones Anaya. Pág., 250. Salamanca, 1967).

     Cabe, en este punto, pararse y ejemplificar. No caigamos en la simpleza: evitemos pensar en el alma y el cuerpo. Yo me inclino más hacia este otro ejemplo: libertad individual y colectiva Vs. ley (o marco legal ¿ético?). Barroco asunto. Solo apto (quiere decirse: su desentrañamiento) para políticos en ejercicio. Nuestra clase política, ahora, se ha metido a filósofa moralista. En este caso juzgo mejor el lenguaje no inclusivo. Pues eso: a filósofa moralista. Y, claro, así nos luce.

     Es la grandeza de la literatura. Sí, he dicho: literatura, no filosofía. La filosofía es un género literario `peculiarísimo´. Ortega fue, creo, un gran literato. Esto lo traslucen sus escritos menos heterogéneos que estéticos.

     El texto de Ortega continúa de este modo tan suyo: “La convivencia de marco y cuadro no es, sin embargo, pareja a (…) la del traje y el cuerpo. No es el marco el traje del cuadro, porque el traje tapa el cuerpo, y el marco, por el contrario, ostenta el cuerpo. (…)

     Pero tampoco es el marco un adorno. (…)

     Todo adorno (…) atrae sobre sí la mirada, pero es con ánimo de hincarla sobre lo adornado. Ahora bien: el marco no atrae sobre sí la mirada (…) No solemos ver un marco más que cuando lo vemos sin cuadro en casa del ebanista; esto es, cuando el marco no ejerce su función, cuando es un marco cesante” (Op. cit. Pág., 250-251).

     Me reitero en lo apuntado más arriba. Sé que Ortega situó su texto en la órbita del arte y de la estética. Yo entreveo una suerte de nostalgia normativa en él. Un deseo de ley acatada y no de ley quebrantada. Un convencimiento de Ordenamiento Jurídico moral y no de Desorden Jurídico inmoral (o, incluso, amoral). 

     Acaso este texto de Ortega no haya siquiera cumplido los dieciocho...

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