En España (en Occidente) nos enfrentamos a un problema de difícil resolución. A saber: el itinerario seguido por nuestra evolución cultural. Este ha podido ser equivocado. Un periodo extraordinario para comprobarlo es la infancia. Pensemos en nuestros niños. Cómo son. Cómo no son. Cómo llegan a (y salen de) la escuela. A ella llegan, creo, con un bagaje cultural heredado de sus ancestros. De ella salen, creo, con ese bagaje cultural (reforzado, en unos casos, en otros remodelado) todavía más "agarradote" a sus constantes vitales. Desde el Australopithecus hasta el Sapiens, pasando por el Homo habilis, han influido en la cosmovisión y en la manera de ser de nuestros niños y niñas. O del futuro hombre y la futura mujer.
En Oriente aconteció de otro modo. Me corrijo: aconteció de igual modo pero el resultado fue diametralmente opuesto. Esto aseguran los expertos en Historia de la Evolución de las Culturas. Un españolito no resolverá, siempre, un conflicto cualquiera como un niponcito o un chinito o un tailandesito. Ni que ver. Comparar ambos procederes sería como comparar el agua fresca y caudalosa de la fuente natural de la Sierra Nevada con el agua escupida, no hace mucho, por la grifería marchenera. O el aceite de oliva virgen extra (de Jaén. De dónde si no) con el aceite de palma. ¡Puagh! Qué despropósito.
La diferencia afloró cientos de años atrás. Hoy sigue en la superficie de una sociedad acaso errada en su evolución. Yo no doy crédito. En tanto nosotros (occidentales todos. No se escapa ni uno. ¡Ni uno!) nos afiliamos al partido de Maquiavelo, un japonés hace lo propio con Confucio, cuyas enseñanzas habrían generado más beneficio que perjuicio a la humanidad entera. Takao Murase, al parecer, escribió: “Al contrario que en Occidente, no se anima a los niños japoneses a enfatizar la independencia y la autonomía individuales. Son educados en una cultura de la interdependencia: la cultura del amae: el ego occidental es individualista y fomenta una personalidad autónoma, dominante, dura, competitiva y agresiva. Por el contrario, la cultura japonesa está orientada a las relaciones sociales, y la personalidad tipo es la dependiente, humilde, flexiva, pasiva, obediente y no agresiva. Las relaciones favorecidas por el ego occidental son contractuales, las favorecidas por la cultura amae son incondicionales” (Marina J. A. y Rambaud J.: Biografía de la humanidad. Historia de la evolución de las culturas. Ed: Ariel. Barcelona, 2018. Pág., 277).
Con esto, me parece, todo queda dicho.
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