Hay una felicidad distintas a las otras felicidades de la vida: la que se produce cuando intelectualmente te cruzas con alguien que piensa como tú (un personaje popular, ese) y, habiendo transcurrido más de ochenta años desde que dijo lo que dijo y que a ti te resuena cercano y tremendamente familiar, compruebas cómo no ha variado un ápice tu idea del principio: ese (esa en este caso) y tú sois de la misma condición. <<Prodigiiioso>> (habría dicho Garci con su voz aguardentosa).
Tenemos, aquí, tres elementos nutricios: pensamiento, fama, tiempo. (Esa persona habría tenido la misma idea que yo referente a un tema bien definido que no me duelen prendas en calificar de <<política ficción>>; o <<por ahí por ahí…>>. Esa persona fue y es popular. Cuando esa persona murió aún no había yo sido arrojado a la luz de Andalucía).
El hecho no deja de parecerme asombroso. Demasiados años de diferencia entre ella y yo para, después de todo, pensar igual sobre tema <<tan delicado>>. Ignoro si esto habla mal de moi. Sospecho que habla mal de moi y bien (muy bien) de soi. Ella, por esto, sería una adelantada a su tiempo. Yo, un mero retrasado en el tiempo. Todo desde una perspectiva pesimista. Si me enfundo el traje de optimista tendría que manifestarlo del siguiente modo: ella fue una adelantada a su tiempo y lo que dijo no pudo llevarse más allá, con el correr del tiempo, sencillamente porque era imposible.
No le toques ya más, que así es el sentido común.
Hablo, cómo no, de Zenobia Camprubí Aymar y de las palabras que esta estampó en negro sobre blanco en sus <<Diarios>> (edición de Graciela Palau de Nemes) el día 12 de junio del 38. Las mismas que, de un modo peculiar, ponen voz a mi ideario sobre el Fascismo y el Comunismo. Dos lacras, las mencionadas, igualmente deleznables. Y son (las palabras de Zenobia) las siguientes:
<<12 de junio [de 1938]. Domingo
(…) Los comunistas están siempre listos para aplaudir sus más pequeños logros con la mayor desfachatez en cuanto a las aportaciones de los otros. Siempre están igualmente listos para extraer un 75 por 100 de interés sobre su propia aportación y consideran que es una explotación cuando los otros obtienen un 4 por 100. Me parece que la posición del partido comunista es pura teoría comunista, la misma posición que la Iglesia de Roma y su política hacia el Cristianismo. Ambos son igualmente limitados de miras, crueles y falsos. Tengo fe en las hondas leyes naturales de evolución hacia la perfección, aunque estos arranques de brutalidad, particularmente evidentes en el fascismo y el comunismo, son sin duda poderes estimulantes pero odiosos. Estos sistemas deben desparecer para que el hombre pueda recuperar la dignidad necesaria para continuar el ascenso. Son la repulsión después de la fatiga, pero pasará. No puede ser de otra manera. Y sería un desastre para nosotros si fuéramos a aparecer en escena en el momento inoportuno>>.
¿Cabe más sentido común que el encastillado en las frases arriba copiadas? ¿Cabe, en ellas, más objetividad y menos persuasión al mismo tiempo? Júzguelo el lector. Yo, desde luego (mejor: ¡desde ya!), creo que no. Y lo creo fervorosamente.