Montmartre ubica <<Le Chat Noir>>: un parisino y reputado cabaré del siglo XIX. Me allego a él (virtualmente). En el umbral hay una placa con texto sobre musas y alegría que me subyuga un punto. Me obliga a demorarme.
La jornada 13 aconteció, ahí, un festejo: la exposición denominada “Autour du Chat Noir” sobre <<Le Chat Noir>>. Claude Debussy y Signac hollaron sus baldosas. Y Willette. Y Mauppassant. Y Verlaine. Y Caran D`Arche. Y Toulouse-Lautrec. Y Erik Satie…
Últimos momentos, de Pablo Picasso, pende de uno de sus tabiques. A este figón mudó su coloquio Émile Goudeau. Clericales y hombres de armas tenían vedado el acceso; no, gente selecta: profetas y mendigos.
La muestra se clausurará el 13 del mes que viene. Si pudiera pordiosear, aquí, con mi hatillo de diletante a la violeta… Pero no, “Autour du Chat Noir” y Montmartre tendrán que esperar, a pesar de todo. Lo único que no anhelo tener delante (nunca lo anhelaré. O eso creo…) es el cuadro de Picasso. No hay forma de pintar que yo valore menos. No comulgo con la fealdad hecha arte. É cosí. Y bien que no lo siento.
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