Los placeres prohibidos (Luis Cernuda). Muda, aquí, el talante del poeta. Se rechaza la sumisión y se abraza el combate. Rebeldía y erotismo alientan al lector…
El año 1931 brota en España el pimpollo de la República. Queda revenido el vástago de Alfonso XIII. Cernuda resuelve enfundarse la guerrera por amor. Toda liza engendra un acto de contrición; todo abatimiento, uno de persuasión.
Dos puñaladas en prosa corporeizan las siete primeras embestidas. Pierden (toda prosa es una pérdida) vigor y carácter elegíaco. No las juzgo surrealistas: una métrica con alma matiza el automatismo ilógico. Sendas aptitudes (alma y lógica) no difieren tanto entre sí; no, al menos, en lo que a poesía se refiere. Componer con calculadora puede llegar a comprender alma (léase: <<duende>>) a raudales. Aunque hoy parezca una sinrazón de literato nocherniego; o mejor: diurno (sin micrófono embocado). Risas. Y que entienda quien pueda.
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