En La agonía del
cristianismo Unamunillo da
rienda suelta a sus argumentos cabezona y sentimentalmente. ¡Gustaba Miguelón
del dualismo! Oposición que engendraría
una tercera realidad: la contradicción con valor en sí misma. Acá nos habla de Evangelios.
En el cuarto se encastilla el motivo de la condena de Cristo a cargo de
escribas y fariseos. Unamunillo lo cifra en el antipatriotismo. Leed esto: “Se
reunieron (…) los fariseos en concejo y dijeron: `¿Qué vamos a hacer? (…) si le
dejamos así, todos creerán en él y vendrán los romanos y nos suprimirán el
lugar y la raza´. Y uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel
año, les dijo: `Vosotros no sabéis nada, ni pensáis que os conviene que muera
un hombre por el pueblo y no que perezca toda la raza´”. Pregunto: ¿la judía?
Corría el año 1924 cuando Miguelillo casi-cura-brujo Unamuno entregó a la
imprenta la mencionada obra. El nacionalsocialismo alemán brotó en 1933. Ocho
años después, en 1941, principiaría el Holocausto o Solución Final. Rehúso
arrinconar el pensamiento que dicta que todo lo por venir está en los libros.
En cientos de miles de millones de volúmenes. ¿No encerrarán éstos una
clarividencia verbal e inaudita? Aprendamos a descifrarla. Y que el azar nos
conduzca a ella cuando la inspiración racional nos embargue. Y que nos alcance
el espíritu para tales niveles de exigencia intelectual. ¡Demasiadas
condiciones! No sin innumerabilidad ahí fuera (o acá dentro) están los libros (olorosos
a letra viva).
Probablemente hoy se esté escribiendo, en una de tantas páginas, la hecatombe
de mañana.
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