A María José Bullock
Pau Donés: “Primavera que no llega…”. Sí. No llega. Pero llega. Ésta es un estado de ánimo. No una estación meteorológica. Vivo yo en impertérrita primavera. No digo que sea bueno. Más al contrario: acaso sea malo. ¿Por qué? Por la inestabilidad que caracteriza a dicho estado interior. Por sus claroscuros. Por sus ángulos muertos. Por su luz y su olor. Mortecina la primera. Desde luego. Agridulce el segundo. También. Por su atmósfera suspicaz. Por su aire ansiolítico. Me explico: produce, ella, en el individuo una hecatombe sentimental y una abulia terribles. Nadie escapa a su influjo. Quienes cumplen primaveras en primavera saben a qué me refiero. Ineluctablemente marca el día del nacimiento. Los arrojados al aire en primavera somos gentes dadas al altibajo emocional. Montaña rusa de los primaverales. Vivimos en continuo conflicto con nosotros y con los demás. Con la vida. Nos encanta la vida. Amamos la vida. Tememos a su antagonista. Me corrijo: a su adlátere. No otra cosa es la muerte que una parte de la vida. Aún así le tememos. Grande incoherencia. Rezumamos vida por los cuatro costados de nuestro ser. Al mismo tiempo caemos en picado por la montaña más arriba enunciada. Somos así. No podemos evitarlo. Nos hallamos en continua exaltación poética. Aunque nada sepamos de poesía. La poesía somos nosotros. Nuestros actos son los versos del ayer y del hoy y, quizá, del mañana. Escribió Pedro Salinas: “Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos/ pulsas el mundo, le arrancas/ auroras, triunfos, colores,/ alegrías: es tu música./ La vida es lo que tú tocas”. Y en medio de esa alegría, la primavera. Su aire ansiolítico. Su atmósfera suspicaz. Su agridulce olor. Su mortecina luz. Sus ángulos muertos. Sus claroscuros. En resolución: su inestabilidad. Que me digan, ahora, quién dijo que lo contrario es vida y esto no y quién que las tardes de prímula no cercenan los convencionalismos individuales de un solo tajo. Ya sé: las cifras de suicidio suman dígitos en primavera. También sé que te escribo (que te seguiré escribiendo) porque te quiero. Y que eres mi amiga del alma gemela. Y que tal vez nunca leas estas líneas. Y que te debo mi voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.