martes, 13 de septiembre de 2022

380/ Un deslumbramiento (II)

SIN CAUTELA


Ignacio Abel es un caminante que tiene miedo. Y es, por lo demás, protagonista de <<La noche de los tiempos>> (Muñoz Molina). Así lo dejan entrever las magníficas páginas que llevo cursadas de tan descomunal novela. Impresión primera y mía que más adelante podrá ser, o no, transfigurada. Esto está por comprobarse aún. Verlo a Ignacio Abel en actitud resolutiva se me antoja harto difícil. Quizá el miedo bloquee la animosidad necesaria para actuar y resolver dificultades finalmente (o para actuar, a secas, sin esa meta de la resolución en el horizonte mental del actuante). Yo no sé. Sí sé que soy conocedor a ultranza de la vida interior de este hombre. De la vida interior: manera de ser, de sentir, de pensar y de hacer. Todo, en apenas ochenta páginas. Virtud no mía sino del autor. Muñoz Molina ha fabricado, creo, un artificio narrativo muy superior a casi todos con los que hasta ahora me he topado. En esta línea cabría mencionar <<La montaña mágica>> (Thomas Mann) y <<Cien años de soledad>> (García Márquez) como arquetipos novelísticos próximos al milagro que encierra, en sí misma, la obra de Muñoz Molina. No hay prosa mejor. No hay mejor `salpimentación´ del tiempo y del espacio narrativos. No hay penetración mejor efectuada en la psique a veces triturada (por ideologizada) de los personajes y hasta del narrador. No hay, tampoco, mejor ambigüedad en la identidad de este último. Yo quisiera que este magno novelón no acabase nunca. No pretendo exhibir un juicio, por prematuro, equivocado. O desacertado. Pero se me hace imposible de toda imposibilidad no airear mi absoluto deslumbramiento tras cursar la primera línea de esta novela enorme (de esta enorme novela) del genial y humilde jienense.

     Antonio, mi gratitud (por adelantado).

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