viernes, 16 de septiembre de 2022

381/ Un deslumbramiento (III)

NARRADOR CRUEL


A José Moreno Villa lo leí por vez primera el año 2012. El año 2014 fue de re-lectura de una antología poética suya ofrecida por cortesía del Centro Andaluz de las Letras, vía Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, prologada por Rafael de Cózar Siervet a quien de vez en vez me cruzaba en los corredores sombríos de la antigua fábrica de tabacos de Sevilla (concretando aún más: en la Facultad de Filología de la US). Todos supimos, luego, su final fatal: Rafael feneció en el incendio que se produjo en su domicilio de Bormujos y al que, con toda probabilidad, contribuyó su copiosa librería personal. ¡Siniestra pira de libros asesinos! Cuanto menos, creo yo, loco.

     Escribe de Cózar al final del mentado prólogo: “La importancia de Moreno Villa, que tuvo admiradores entre los principales intelectuales españoles del siglo XX, no se ha correspondido con la repercusión que parecería merecer, con lo que este homenaje del Centro Andaluz de las Letras resulta oportuno” (el subrayado es mío).

     Sentencio sin piedad: la segunda expresión en cursiva (`resulta oportuno´) queda, a mi juicio, invalidada por la primera (`parecería merecer´). Podríamos concederle a de Cózar el beneficio de la duda. Erraríamos el tiro. Yo no sé por qué a Moreno Villa se le utiliza como blanco de un desprecio literario menos cruel que generalizado.

       El narrador de <<La noche de los tiempos>> no ayuda una pizca. Este enuncia: “Se veía a sí mismo [Moreno Villa] como un hombre sin ambición que había deseado demasiadas cosas, demasiado distintas entre sí. Hace falta ambición para que se cumplan los deseos: no puede uno dejar que la incredulidad y la desgana lo carcoman por dentro. Otros habían sabido concentrar sus fuerzas. Él se había dispersado, había ido de una tarea a otra como un viajante que no pasa más que unos días en cada ciudad y acaba hastiado de su nomadismo (…). Le daba tristeza no estar a la altura de lo mejor de sí mismo; no conformarse con el noble estoicismo del personaje que imaginaba, otro Moreno Villa igual de desengañado pero con el corazón mucho más sereno, poeta ya casi secreto (…)”. 

     Ya no bastaría con pardear su poesía: se requiere hacer lo propio con su personalidad. Pobre don José. Y digo yo: ¿Tan deficientes son sus versos? Algo ostenta el mediocre que no está al alcance del exitoso: su lucha, continua, contra sí mismo. Lucha de la que, sin duda, derivará un conflicto poético original. Que los demás filosofen. O que se psicoanalicen. O que se jacten de su genio verbal (como, según Borges, hacía Quevedo). Moreno Villa recurría a su mediocridad para parir hermosuras. ¿Hay algo más `humano´ que esto? Lo malo es que el Surrealismo le giró la cabeza. Y ya, con eso, se contamina cualquier fresco nacimiento acuífero poético que podamos imaginar. 

     A los posmodernos les encantará Moreno Villa… 

     Ahora, un botón de muestra de la poesía no surrealista (o sea: la chachi) del malagueño:

     

     COINCIDENCIAS


     Tiene la luna

     Belleza y frío:

     en ambas cosas

     está contigo.

     Tiene el infierno

     fuego y suplicio:

     en ambas cosas está conmigo.


     El narrador de <<La noche de los tiempos>> enuncia que Moreno Villa se aisló, vivió aislado del resto del mundo, en la Residencia de Estudiantes. Conjeturo: no solo viviría aislado sino, también, postrado. Léase el siguiente poema (más que notable) de don José:


     POSTRACIÓN


     ¿A qué seguir

     en el engaño viejo?

     ¿Por qué decir

     que el sol es viajero?

     ¿Mentiré también

     al pensar que se fueron

     madre, hermana, novia,

     juventud y ardores primeros?

     ¿No seré yo

     quien se aleja de ellos?

     Vivo,

     en efecto,

     bajo la techumbre de un hogar nuevo.

     Vivo,

     en efecto,

     bajo el dosel

     de un hogar nuevo.

     Vivo,

     en efecto,

     bajo la inminencia

     de un cambio perpetuo.

     Sigo mi órbita,

     huyendo

     de los cariños

     que me quieren sujeto.

     Todos vivimos

     huyéndonos.

     La vida es

     la careta del miedo.

     Cada hora

     es un crepúsculo nuevo.

     Cada hombre, cada cosa,

     un viajero

     que, por salvar su órbita,

     huye triunfante o maltrecho.


     “La vida es la careta del miedo”. Terrible. Escalofriante. Acaso desorbitado.

     Así, ay, sería Moreno Villa. Así, ay, no sabemos si fue Moreno Villa.

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