Un poeta afirmó que la contemplación es horma del amor. Mercedes de Velilla juzgaba independientes sendos actos: Amar y contemplar.
Y mirar difiere de contemplar. Lo primero implica ojos. Lo segundo, mente y espíritu. Lo mismo acaece con la lectura y el recital. No se lee, conjeturo, de adentro a fuera. Ni de afuera a dentro se recita. Declamar conlleva exponer el orbe en las declinaciones vocales. O en la cadena fónica. Un recital deja de incumbirme desde sus inicios… No considero sino señero al recitador.