La melancolía (y la tristeza mudada en ésta) deviene dadora de arte. Melancólicos conspicuos han rolado, en cada época, la dirección de los vientos. Mercedes de Velilla engrosaba tal colectivo. Leo: “Mas así como tú dejas al irte/ los seres sin calor, las flores lacias,/ así también mi sol, cuando se aleja/ ¡ay! me deja sin vida y desolada.” Releo: “Venid; que si mis cantos se extinguieron/ del arpa muda entre las cuerdas rotas,/ en lágrimas después se convirtieron:/ lágrimas os daré… con esas notas/ siempre las almas tristes se entendieron”. Aquí no se pretende simular belleza y hondura con juegos malabáricos. No se trata de poesía post-moderna. Sí, de poesía sencilla. Y no, por ello, simple. Mercedes: Me prosterno ante ti.
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