A ti, Titania, doquiera que estés.
Durante
años guardé para mí lo que JRJ no solo no guardó sino que aireó en su Tercera Antología Poética para uso y
disfrute de sus lectores. O de quienes tuviesen el feliz albur de recalar en la
costa de aquellas páginas de la recopilación de poemas a que acabo de aludir
más arriba sin constituirse, por ello, más que en "hojeadores" de paso de la misma.
Se trata de dos (¡y qué dos!) de estos poemillas… Oberón habla, en el primero
de ellos, a Titania y dice así: “Mar en calma, la noche plateada/ se ofrece
inmensa a mi amargura;/ ruta total de puro azul/
para ultraocasos solos de ventura última.// ¡Si a ti yo llegara,/ nadando en
esta despejada luna!” El subrayado es mío: azul
por ser azul mi desdicha... En el segundo es la voz de Oberón, quejumbrosa y vagabunda,
la única que se oye. Ésta enuncia lo que sigue: “No te he tenido más en mí,/ que el
río tiene al árbol de la orilla;/ yo, pasando, me estaba siempre en tu alma;/
tú, estando en mi alma siempre, nunca te venías…/ Bastaba un cielo vago, un
pobre viento,/ para que desaparecieras de mi vida”. Sendas composiciones, que
yo leí y releí en la Tercera …, hoy las leo y releo en Idilios. Fueron las que más me
deleitaron de aquélla. Son las que más me placen de éste. Las ojeaba y
cursaba con mis ojos como si de dos bellas flores silvestres se tratase, tanto
olor lírico expelían…, y tanto dictaban el color de mi propio sentimiento
suscitado por Ella siempre. A nadie los leí. Jamás los recité a nadie. Se dio
la circunstancia que no quise compartirlos. JRJ los cantó con mi corazón sin
sordina cuando por él fueron concebidos y puestos, luego, en negro sobre sepia.
Nunca se lo dije a LPR (la Ella
de entonces, y de…) y nunca los olvidé del todo. ¡Si a ti yo llegara, nadando en esta despejada luna! (dixit JRJ). No sé él. Pero yo llegué a
LPR. Algo acaeció en la Asturias costera... ¿Fue
en Cudillero…? Un plenilunio septembrino y una cabina de teléfono... La voz de
Ella…El mar en calma y la noche plateada… Amargura por no tenerla allí, conmigo... Los dos versos más
elocuentes de lo que por aquel tiempo borbotaba en mi interior en forma de
pensamientos y de sentimientos, son (ya se apuntaron) estos: (…) yo, pasando, me estaba siempre en tu alma;/
tú, estando en mi alma siempre, nunca te
venías… Ella se esfumó de mi vida y a mí ello (o aquello) me rentó la
malandanza de tener que ver las hojas de los árboles del amor esparcidas, por un pobre viento, sobre mi alma pobre… ¡Delírium trémens!
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