Quiero
hacer mías estas palabras que exhuman (¿todas…?) una filosofía de vida
monástica o meta-monástica. No en vano hablan de un priorato (el de los
independientes) que se ubica dentro de otro priorato (el de los aislados) que
se ubica dentro del monasterio de la orden de los felices… ¡Y hasta aquí el
esparcimiento de muñecas chinas! Ahora los términos a que aludo: “Nací raro,
nací esquivo, nací silencioso, individualista, insociable y solitario. Mis
parientes me lo reprochaban. Mis profesores y mis condiscípulos, también. Nadie
parecía entender mi irrefrenable tendencia a huir del grupo, a preferir la
lectura a la conversación, a jugar a solas, a sentirme intensamente feliz
cuando no había nadie en mis alrededores ni en los alrededores de mis
alrededores”. (Fernando Sánchez Dragó. Sentado alegre en la popa. P.
248. Barcelona, 2004. Planeta). He dicho que anhelo hacer mías las palabras arriba
transcritas. No he dicho que éstas respondan en su totalidad hoy, y en lo que a
mí respecta, a verdad. Donde dice “mis profesores y mis condiscípulos,
también”, no habría de aparecer nada. Y donde “nadie”, habría que decir: “había
quien no…”. Sí resultan, en lo tocante al resto, del todo afinadas. Qué le voy
a hacer: nací chicharra y moriré cantando. O gallo ¡vaya!, y cacareando la
espicharé. Pero no, en modo alguno, borrego y en consecuencia no me iré de este
inmundo mundo así balando: Bee... O eso espero. Que Krishnamurti se apiade
de mí.
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