Hace días oí en un programa televisivo que todo en esta vida (incluida la crisis actual) es ideado y prefijado por misteriosas (acaso no tanto...) cúpulas de poder. De resultas, mi frente, mis axilas y mis manos transpiraron eau de terreur abundantemente. Entonces pensé: ¡Tate! Alguien, o alguien más alguien más alguien y así hasta no sé (¿quién puede saberlo?) cuántos <<alguien>>, moviendo los hilos del orbe en un despacho (o en varios) a prueba de espías y de localizadores electrónicos e intentando hincar el diente al Mal con miras a procurarse a sí propio (o a sí propios) el bien. Es decir: poder y platita de ley. Brrr… Nótese la eme mayúscula que conceptualiza el mal generalizándolo y la be minúscula que particulariza el bien como bien de alguien y solo de alguien. Prosigamos… Expertos y visitadores del programa de TV que tanta congoja y desazón me inoculó vía auditiva y óptica argumentaron que la única salida a la dramática situación que atravesamos hoy no es otra que el Capitalismo pete, se haga añicos y sus partículas se volaticen en el espacio infinito e, incluso, más allá de éste. En tal caso se instauraría inter nos (a la manera del crack del 29) una especie de pobreza vivificadora y redentora del espíritu que, al parecer, nos vendría a todos de perilla. ¿Segundo brrr…? No estoy seguro.
Pues hoy 10 de abril de 2014, sorprendido y complacido al par por el poder de la literatura, leo lo siguiente: <<¿Cuándo despuntará por el horizonte un político lo suficientemente audaz, innovador y subversivo como para atreverse a proponer a los electores un programa basado en la necesidad de que la economía se desplome y cese de una vez por todas el genocidio del desarrollo?>>. Lo firma Fernando Sánchez Dragó, el año 2000, en su “Dragontea” (Sentado alegre en la popa. Planeta. Barcelona, 2004. P., 365). Nadie se sulfure. Nadie se tire de los pelos. Nadie monte en cólera. Subrayaré lo esencial: un desarrollo genocida que requiere un desplome de la economía, espoleado (dicho desplome) por el programa electoral de un partido político liderado (entiendo que Don Fernando con “un político” se refería al líder de esa agrupación ideal de monipodios sinvergonzones y sin escrúpulos…) por alguien con talante subversivo. ¡Ahí es nada!
Pregunto: ¿Guarda alguna similitud lo oído por mí el otro día en la caja tonta con lo garrapateado por el novelista, ensayista y columnista de marras, catorce primaveras antes? ¿Y con la actualidad socio-económica que atraviesa no sólo la piel de toro sino también el resto de la vieja Europa y una parte, por cierto, no exigua en largura (que no de miras, ay) y anchura del mundo mundial? Júzguelo quien lo deseé. ¡Y que Buda nos pille confesados! Por lo que pueda (o no) acaecernos improvisamente.
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